COYUNTURA

Fragilidad, blanquitud y libertad: pensar la pandemia a través de las migraciones ilegalizadas

Fragilidad, blanquitud y libertad: pensar la pandemia a través de las migraciones ilegalizadas

Por Fiorenza Picozza

A principios de Mayo, un grupo de “intelectuales” – en su mayoría hombres blancos – publicó un llamado al presidente de la República Italiana, titulado “Nulla poena sine lege! No bajemos la guardia sobre los derechos inviolables garantizados por la Constitución”. El llamado partía de la preocupación por un giro autoritario global (citando un gran ejemplo de blanquitud neofascista de matriz latinoamericana, Vargas Llosa) y concluía alertando contra la asunción del “modelo chino” como referencia no solo sanitaria si no política. Nosotros no somos chinos, parecían sugerir los autores: “somos hombre libres, italianos, occidentales. Y revindicamos nuestras libertades y nuestros derechos”—cito textualmente.

Inquietudes parecidas se han expresado también en otros lugares poblados por mayorías de “hombres libres y occidentales”, particularmente España, donde la derecha se preocupa por una posible “dictadura constitucional” y Estados Unidos, donde grupos de la alt-right salen a la calle al grito de “mi cuerpo es mío y decido yo”, “el miedo es el verdadero virus”, “la libertad es la cura” y “el trabajo nos hará libres”. Mientras que se va reforzando la falsa dicotomía entre estados protectores y economías explotadoras, estas protestas refuerzan otra dicotomía entre libertades individuales y protección colectiva. Ya sabemos que, a nivel global, estos hombres (y mujeres) no son los verdaderos damnificados de la pandemia, ya que nos hemos alejado de la previsión de los médicos de Bergamo que esto iba a ser “el Ébola de los ricos”.  A pesar de este dato, estos llamados para nada se preocupan para lxs que más han sido afectadxs en su supervivencia física y económica; pero esto no es ninguna novedad, porque su defensa de los “valores constitucionales” se basa en un discurso de matriz colonial por el cual, en la zona euroatlántica, las libertades se piensan a partir de sujetos blancos y de clase media, ya desde siempre conscientes de sus derechos inviolables. 

Esta “primavera virtual” me sorprendió en México, a un océano de distancia de mis muchos afectos en estado de shock y progresivo confinamiento. A medida de que aumentaban las muertes, Italia se encontraba bajo un régimen de aislamiento mucho más duro que en otros países europeos; el fascismo – una herencia histórica siempre demasiado cercana, pero siempre demasiado desplazada de nuestra memoria individual y colectiva – se deslizaba no solo desde arriba, con la militarización y el estado policial, sino que también desde abajo, por el deseo de control y la creciente cultura de denuncias entre vecinxs y desconocidxs. En esas primeras semanas, sentí que Europa entraba en un nuevo periodo de fragilidad que lxs blancxs de clase media no habíamos experimentado en nuestra propia piel desde hace varias décadas. Muchxs a mi alrededor auguraban que esta renovada fragilidad nos volvería más empáticxs y tejería nuevas alianzas; pero yo más bien sentía que iba a reforzar las desigualdades, los nacionalismos y el individualismo. De echo escuchaba que muchas personas dejaban de participar en redes de apoyo a migrantes o a personas en situación de calle, no queriéndose asumir los riesgos legales y sanitarios y afirmando que este “no era el momento”. A pesar de las retóricas de unidad nacional, abrazadas un poco por todxs – incluso lxs que externalizaban el peligro del autoritarismo a la sola Hungría, porque el patrón narrativo que comenzó con las caravanas migrantes de 2015 es que Orbán es el malo del cuento y Merkel la heroína – se dieron muchas fracturas en el tejido social. Las revueltas en las cárceles fueron las más agudas desde los años ’80 y allá perdieron la vida trece hombres, casi todos con nombres extranjeros; la administración epidémica y el mismo miedo al contagio rompieron vínculos vivenciales y ceremoniales entre “sanxs” y “enfermxs”. En este panorama desalentador, cabe destacar que sí hubo redes de autocuidado y apoyo, profundamente arraigadas en los territorios de una forma que nuestros movimientos sociales no experimentaban ya desde hace tiempo. Pero es urgente repensar las borrosas fronteras entre caridad humanitaria y solidaridad política ya que, antes de la pandemia, las mismas ya eran terreno de disputa, desobediencia y (des)politización en el campo de las migraciones ilegalizadas. Con Lesbos y Lampedusa, Yemen y Siria, Haiti y Somalia en el trasfondo, el eslogan de la pandemia “Quédate en casa, salva vidas”, colgado por las calles y los metros de Ciudad de México, Londres y Chicago, remite directamente a años de campañas de las ONGs que nos invitaban a salvar el mundo cómodamente sentadxs en nuestros sofás.

Pero demos un paso atrás. Cuando a principios de marzo el coronavirus ya ocupaba las primeras páginas de los periódicos internacionales, yo seguía desde lejos los acontecimientos desgarradores que se daban en la frontera turco-griega. Lxs migrantxs que intentaban cruzar eran atacados con gas, golpeados y, en algunos casos, matados a balazos. Los neonazis incendiaban los locales de las ONGs – cuyos voluntarios eran tempestivamente evacuados de las islas – mientras impedían a los migrantes que alcanzaran los campos de “acogida”. La polarización entre un humanitarismo salvífico – pero del todo incapaz de resistencia política – y la agresiva necropolítica de Estado se agudizaba, ya que las instituciones europeas revindicaban Grecia como “escudo de Europa”, y afirmaban que la legitimidad para disparar a lxs migrantes “dependía de las circunstancias”. Muchos artículos periodísticos pronunciaban que Europa “moría” en esa frontera.

Las imágenes tomadas por Belal Khaled, publicadas en TRT Arabi, retraían un grupo de hombres desnudos que mostraban a la cámara sus cicatrices, tras ser golpeados y obligados a nadar de vuelta el río Évros por la policía griega.  No mostraban nada verdaderamente “nuevo”, pero me transportaron la mente a otras imágenes, publicadas por Enrico Dagnino en Paris Match en 2009. Italia acababa entonces de firmar un acuerdo con Gadafi y empezaba las primeras devoluciones en caliente en el Mediterráneo – prácticas que, en realidad, ya se habían dado una década antes en el mar Adriático, cuando se devolvía a los albaneses, a menudo a costa de sus propias vidas. Las fotografías de Dagnino mostraban un grupo de hombres africanos que se quitaban la ropa, enseñando a los militares italianos y a Europa entera las cicatrices de las torturas que habían sufrido en los campos de detención en Libia. Uno de ellos, se arrodillaba y le agarraba la mano a un militar, implorándole de no devolverlo a ese lugar de muerte, directamente financiado por el gobierno italiano, gracias a ese trato con Libia. Yo tenía veinte años y experimenté por primera vez, ese “asombro porque las cosas que vivimos sean ‘todavía’ posibles”. Walter Benjamin nos advertía que ese asombro nace de una visión de la historia insostenible: esos eventos no eran una “excepción” sino que la verdadera regla de siglos de subordinación, despojo y violencia coloniales, a su vez íntimamente entrelazados con la filosofía liberal, sus leyes y sus “derechos”. 

Foto por Belal Khaled

Foto por Belal Khaled

La década que, mientras tanto, he transcurrido acompañando a las luchas migrantes ha hecho que las fotografías de Khaled no me suscitaran el mismo “asombro”, sino una rabia e impotencia totalizantes. Sabía desde el principio que las crecientes preocupaciones públicas por el Covid-19 atañían solo a los “hombres libres y occidentales” y no a los cuerpos colonizados y desfigurados; por otra parte, me preguntaba dónde habían ido a parar todxs lxs activistas y voluntarios que en 2015 alardeaban de sus stickers con el logo “Refugees Welcome”. Lo que me suscitaba más desconcierto eran más bien los titulares de ese periodismo “migrantófilo” que insistía en la “muerte” de Europa. En los últimos veinte años, al menos 40,000 personas han perdido la vida en el Mediterráneo; probablemente muchas más. Innumerables otras siguen siendo sometidas a todo tipo de violencia social, legal, económica, simbólica y física. 

El llamado de los “ilustrados” italianos llegó precisamente en el momento en el que se discutía la regularización de algunas personas indocumentadas ya presentes en Italia – un producto importante de las luchas de lxs bracerxs agrícolas migrantes, pero también una medida del todo oportunista e insuficiente frente a los “puertos cerrados” que tanto añoraba Matteo Salvini en su proyecto xenófobo y que, con la pandemia, se han vuelto una cruda e incontestable realidad. Los barcos que intentan la travesía se encuentran abandonados en el mar durante días, ya que ni Italia ni Malta quieren hacerse cargo de sus llegadas. La ASGI, una organización de juristas políticamente comprometidxs se ha empeñado en una importante lucha estratégica en contra del oportunismo económico del Estado, pero su llamado a la regularización de todas las personas sin papeles también se apela a los valores de la constitución, es decir, la presunta universalidad de los derechos humanos y civiles. Llegamos así a un circulo vicioso, porque esos valores están enmarcados en la historia del estado-nación y de la ciudadanía, que es precisamente una historia colonial: la historia de la “raza”. Como nos recuerda el teórico del pensamiento político negro Barnor Hesse, antes que ideología, la “raza”  siempre fue práctica de gobernanza, una que naturalizaba que los ensamblajes de lo “europeo” pudiesen gobernar a los ensamblajes de lo “no europeo”. En el primer periodo colonial esta naturalización determinó la división racializada del trabajo y de la propiedad; más tarde justificó los modernos controles de frontera, enmarcados en la exclusión de lxs “coolies” asiáticxs que, procediendo del oriente “autoritario”, no tenían cabida en las “democráticas” colonias de asentamiento. A pesar de que los ensamblajes de la blanquitud y de sus otrxs cambien a través del tiempo, continúan a informar tanto la securitización de las migraciones y de las fronteras, como todas las disparidades de la colonialidad contemporánea: guerras, dictaduras, extractivismo y pobreza, es decir, precisamente las causas de tanto movimiento que, más que “desestabilizar” a Europa, Estados Unidos y Australia, realmente desgarra al mismo sur del mundo. 

Los derechos constitucionales a los cuales se apelan los intelectuales italianos en su llamado, y que justamente reconocen ser violados por el estado de excepción de la pandemia, son precisamente los que se han sistemáticamente negado a toda persona ilegalizada o precariamente legalizada, en Italia como en el resto del mundo. Al principio de la pandemia era surrealista observar la preocupación por lxs turistas varados en Perú o Cuba – y a menudo rescatadxs con vuelos de estado – junto a la dejación total de lxs migrantes en tránsito por México o Turquía. A nivel global, lxs indocumentadxs ya residentes siguen siendo sistemáticamente excluidxs de políticas de mitigación de la recesión económica, así como del acceso a la salud pública, mientras que lxs documentadxs acaban formando las filas más abundantes de lxs trabajadorxs “necesarixs” pero también “desechables”,  ya que se siguen exponiendo al contagio porque no pueden dejar de trabajar. Finalmente, la política de fronteras cerradas no ha detenido las deportaciones de lxs que ya estaban en detención, tanto desde México, como desde EEUU e Inglaterra, en el completo desprecio de la extensión del contagio hacia países más vulnerables.

La fragilización de la población blanca no parece haber producido mayor empatía o solidaridad, sino que mantiene la ceguera estructural sobre la igualdad existencial, y utópicamente legal, entre ciudadanx de primera, segunda y tercera clase, ciudadanxs y migrantes y turistas y migrantes. Sin embargo, y paradójicamente, cuando la pandemia todavía parecía un problema italiano – porque lxs italianxs gozábamos de una empatía global absolutamente ausente en el caso de chinxs e iranís – yo recibía infinitos mensajes de solidaridad precisamente por amistades que desde siempre sufren los efectos de la colonialidad global. Amigxs de Cuba reafirmaban que allá tenía una casa en el caso de no poder regresar a Italia al vencerse mi visa mexicana; conocidxs mexicanxs preguntaban si necesitaba comida o medicamento; un compañero nigerino de Lampedusa in Hamburg, que previamente vivió en Italia, incluso publicó un llamado a solidarizarse con lxs italianxs, abandonados por las instituciones europeas; finalmente, viejos amigos palestinos y afganos me preguntaban por la salud de mis padres. Efectivamente, yo estaba atravesando el umbral de mi propia “migración”, suspendida en la incógnita de cuando podría volver a abrazar a mis seres queridos y en la impotencia de mi ausencia en el caso de que alguien de ellxs muriera – preocupaciones aún más desconcertantes porque eran las mismas que vivían lxs que sí estaban en Italia. Las personas que más me sostuvieron en ese proceso fueron amistades que no han visto a sus familias en muchos años, atrapadxs en regímenes de frontera que quiebran los lazos afectivos e imposibilitan poder atender a las enfermedades, muertes y funerales de sus seres queridos. Muchxs han pasado por experiencias mucho peores que esta pandemia, o en su propia migración o en una permanencia marginalizada y de todas formas afectada por la migración de un familiar; ningunx de ellxs, en ningún momento, ha ridiculizado mis preocupaciones. 

Foto por Belal Khaled

Foto por Belal Khaled

Aunque sea verdad que esta pandemia implica una nueva oportunidad para relacionarse con la fragilidad humana – con la muerte, la enfermedad, el riesgo, y la separación – no nos engañemos: esta posibilidad es “nueva” solo para aquellas porciones de la población mundial que vivían en la ilusión de la inmortalidad. La mortalidad nunca ha dejado de sentirse y manifestarse para la gran mayoría de las personas que habitan este planeta, incluso para muchxs “occidentales” que no caben en la definición de “hombres libres”: para lxs migrantes ilegalizadxs como para las mujeres trans, para lxs adictxs a sustancias y lxs presxs, para lxs inmunodeprimidxs y lxs trabajadorxs sexuales de la calle, para las familias victimas de desapariciones y feminicidios, para lxs activistas ambientales indígenas y los habitantes de las zonas mas contaminadas industrialmente, para las personas con tendencias suicidas y enorme sufrimiento psicológico, para todas las poblaciones diezmadas por las guerras y para los millones de muertos anuales por infecciones bacterianas y virales que en otros lugares se podrían fácilmente curar. Este engaño, esta universalización de la fragilidad y falta de libertad de algunxs está magistralmente tejido en un texto publicado recientemente por el filósofo queer Paul B. Preciado, en el cual escribe que “el cuerpo, tu cuerpo” se vuelve ahora el nuevo objeto de la biopolítica y que “el nuevo Lampedusa es tu piel”. Acá Preciado parece dar por descontado que sus lectorxs no hayan efectivamente transitado por las muchas Lampedusas de este planeta, incomparables con la experiencia del confinamiento en casa. Lampedusa y Lesbos se reconfirman así en el imaginario blanco como territorios abstractos, masificados, cuyos habitantes nunca pueden llegar a la singularidad del cuerpo de la lectora, contenido en ese “tú”.

Más que nunca tenemos que desconfiar en la humanitarización de esta política de la fragilidad, narrada a través de las imágenes emotivas de los camiones militares que llevan los cadáveres fuera de Bergamo porque ya no hay espacio en el crematorio local, o en las de Hart Island en el Bronx, donde se excavan fosas comunes para los cuerpos no reclamados. Las luchas migrantes nos enseñan que la imaginación humanitaria cubre la violencia colonial – y en este caso también el fascismo preventivo – a través del chantaje de la “crisis” y la retórica presentista por la cual “ahora no es posible pensar”. Durante años, el espectáculo fronterizo no nos ha dejado tiempo para pensar en las violencias de los espacios de “acogida”, las asimetrías de poder dentro de las estructuras de apoyo, y mucho menos las causas estructurales de esas migraciones; la pregunta más urgente era siempre “qué hacemos con lxs migrantes que llegan mientras tanto”? La misma pregunta hoy entraña la administración de los cuerpos de lxs enfermxs y de lxs muertxs, mientras que muchxs se rinden incondicionadamente a la tríade fascista “Dios, Patria y Familia”, sustituyendo Dios con la ciencia y medicina institucionales; así se pierde la capacidad de pensar colectivamente la asunción del riesgo dentro de las relaciones de amor, cuidado y solidaridad, y se entregan lxs enfermxs a los hospitales y al Estado, como si la fragilidad de los cuerpos fuera un mero hecho de administración técnica.

Mientras todxs esperamos, de una forma u otra, que la pandemia desaparezca en un suspiro, así como apareció, las fracturas políticas se van agudizando, incluso se redibujan y polarizan; pero otros lazos se van tejiendo, compartiendo rabia, miedo, ternura. En los meses por venir me parece de prioridad absoluta aferrarnos a estos lazos, “ser bálsamo para muchas heridas”, como escribía Etty Hillesum en otros tiempos muy oscuros, pero hacerlo a partir de un horizonte político capaz de pensar los muchos ensamblajes y estratificaciones que nos hacen unxs dignxs de ternura y solidaridad mientras que otrxs no. Recurrir al estado estratégicamente, sí, para que provea ese mínimo de necesidades que a veces provee y a menudo no, según los cuerpos, las geografías y los momentos, pero no confiar nunca, ni por un solo minuto, en ese Estado feminicida, migranticida, extractivista y explotador que denunciábamos hasta ayer. 

Foto por Lucas Jackson

Foto por Lucas Jackson

La pandemia esta racializada. Desigualdad e inmunoprivilegio.

La pandemia está racializada. Desigualdad y inmunoprivilegio.

Por Fabián Villegas

Foto por Themba Hadebe

Foto por Themba Hadebe

Decía Ralph Ellison el escritor de “Invisible Man” que a principios del siglo XX las metáforas narrativas sobre la población negra y la gripe eran más comunes de lo que podíamos pensar. La tesis de que una gripe simple en los Estados Unidos se convertía en una neumonía para su población negra instaló en la discusión pública la sospecha de que quizá los desastres naturales no eran desastres naturales, ni que la medicina históricamente ha sido una ciencia noble naufragando en un vacío de poder. 

La salud es estructural, bajo esa premisa pocos aspectos más atravesados por los entramados coloniales como la gestión y legislación de la salud misma.

Alrededor de absolutamente todo gravita el racismo como principio de organización social en la legislación de la salud, de los dientes podridos por el azúcar, a la sífilis de posguerra, de la inmunodeficiencias por “estilo de vida’, a las fantasías idílicas que acompaña el cólera y la fiebre amarilla.

La relación histórica entre racialidad y pandemia ha sido endémica, tanto en lo discursivo como en lo estructural, todo discurso racista moderno ha estado atravesado por una concepción colonial sobre la salud, la higiene, la asepsia y la gestión sanitaria en el marco de toda pandemia. En lo estructural toda pandemia ha venido a agudizar las desigualdades estructurales por marcador racial de Guatemala a Louisiana, de Nigeria a Haití, de Vietnam a Kenia, de Brasil a Inglaterra. El virus como elemento de configuración biopolítica siempre ha diagramado sobre las cartografías racializadas sean éstas geográficas o corporales formas de contractualismo político, regímenes de ciudadanía, formas de excepcionalismo jurídico, capitalización, fronteras, y ontologías de inferioridad.

El coronavirus entró en el régimen de calamidad cuando se editorializo la fragilidad de la Europa blanca  frente a la pandemia, en las muertes de Lombardía encontró su principio de universalidad. La fragilidad de la humanidad se editorializa con los cuerpos de la ‘humanidad universal’, el marcador racial particulariza, no interpela ni confronta a la  humanidad ‘universal’, en la contemporaneidad del occidentalocentrismo esta su condición moral de universalidad.  Rápidamente a esa narración de la tragedia italiana, y a los discursos coloniales del especismo gastronómico chino se le empezaron a colar con la misma velocidad de la propagación viral, los féretros apilados en las calles de Guayaquil, la fosa comùn de Hart Island en el Bronx en la que han sido enterrados un número incontable de trabajadore/as migrantes, los alarmantes índices de letalidad en las favelas de Río de Janeiro, el famélico sistema sanitario de la India, los abusos policiales como retórica de sanitización en Uganda y Kenia, el incremento dramatico de contagio en la Nación Navajo en los E.U, el caso de Iztapalapa como epicentro del contagio en México.

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La relación entre COVID 19 y población racializada no es metafórica ni un capricho lírico, las desigualdades estructurales por marcador racial transversalizan la pandemia. Población racializada y nutrición, prevalencia de condiciones de salud (diabetes, hipertensión, problemas respiratorios, obesidad), población racializada y racismo medioambiental, población racializada y desigualdad de renta, hacinamiento en la vivienda. Población racializada y falta de acceso a seguro y atención médica. Población racializada y explotación de su fuerza de trabajo que maximiza la sobre exposición y vulnerabilidad al contagio por la continuidad de las jornadas laborales en el marco de la pandemia. Población racializada y estatus de irregularidad como sujeto/a migrante. Geopolítica, población racializada y protocolos de investigación médica. 

Pese a la resistencia de los organismos de salud pública estatales para transparentar indicadores que muestren las brechas de contagiados, vulnerabilidad y letalidad por marcador racial, las cifras son alarmantes. 

Tan solo en Estados Unidos hasta el 9 Mayo han fallecido 18 mil 106 afroamericano/as confirmados por COVID19, solo 4 países en el mundo superan esta cifra por número total de muertos. En NY epicentro de la pandemia cerca del 67% de lo/as contagiado/as son población racializada, en Chicago la sexta ciudad más poblada del país el 72% de las muertes confirmadas por COVID19 son de la población afroamericana, aun cuando la población afroamericana solo representa el 30% de la población en la demografía de la ciudad. Mismo caso en Inglaterra que siendo uno de los países con el mayor número de contagios y con uno de los niveles más altos de letalidad en la región, cerca del 30% de muertes confirmadas por COVID 19 son de población racializada, aun cuando esta población no representa ni el 17% en la demografía total.

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El caso de Brasil es sumamente alarmante, la semana pasada el índice de propagación del virus fue el más alto del mundo, focalizado en asentamientos urbanos marcados por profundos niveles de hacinamiento, falta de infraestructura, acceso a agua potable, como es el caso de las favelas de Río o la periferia de Sao Paulo. Donde la diferencia en los indicadores de letalidad del virus de un barrio privilegiado a un barrio precarizado y racializado son alarmantes, de un 7% en Leblon a un 36% en Brasilandia (Sao Paulo).

Mismo escenario en la delegación Iztapalapa en la Ciudad de México una demarcación de 116 km2 con cerca de 2 millones de habitantes, más de la mitad de la población de países como Uruguay, Panamá o Puerto Rico, con problemas serios de hacinamiento, infraestructura,  acceso a agua potable, corredores de economía informal y con los indicadores de bienestar y desarrollo más bajo de la Ciudad de México . De la favela de Rocinha a Iztapalapa, a los barrios industriales de Gujarat las razones por los alarmantes índices de propagación viral están menos en la epidemiología formal que en los legados históricos de desigualdad estructural.

Foto por Danish Sidiqqui

Foto por Danish Sidiqqui

Alrededor de la pandemia hay un universo de vectores de opresión, desigualdad y violencia múltiple que forman parte de viejos correlatos coloniales, de legados históricos de despojo, racismo sistémico y desigualdad racial histórica que terminan por incidir directa o indirectamente en la pandemia. ¿Quien es la población con los indicadores más altos de diabetes e hipertensión, obesidad sino es la población racializada? ¿Quien es la población más expuesta a mayor contaminación de aire y falta de acceso a agua potable sino es la población racializada indistintamente? ¿Quien es la población sin acceso a seguros de salud o con las coberturas de salud más miserables sino es la población migrante y población racializada indistintamente? Quien es la población más afectada por las estructuras de despojo, hacinamiento y desigualdad en la vivienda sino es la población racializada? ¿Quien es la población que aun en el marco de la emergencia sanitaria, maximizando su vulnerabilidad al contagio necesita con N mayúscula vender su fuerza de trabajo ininterrumpidamente para garantizar su sobrevivencia en el dia a dia sino es la población racializada a escala multipolar? Quien es la población más vulnerable frente al acoso, violencia policial, suspensión de garantías individuales, violación de derechos humanos, restricción de la movilidad que ha normalizado el estado de excepción y la emergencia sanitaria sino es la población racializada, y población migrante racializada indistintamente?

Foto por Michelle Spatari.

Foto por Michelle Spatari.

La agudización de la crisis multisectorial y la profundización de las desigualdades estructurales por marcador racial en el marco de la pandemia trascienden las salas de emergencia y la disponibilidad de camas del sistema sanitario como único espacio de combate. La pandemia ha inaugurado nuevas formas de división y estratificación racial del trabajo, ha impuesto modelos fascistas de restricción de la movilidad social, ha inaugurado nuevas administraciones coloniales del espacio y el territorio bajo nuevos esquemas de soberanía y legislaciones anti migratorias. Ha desamparado a millones de seres humanos que formaban parte de la “economía informal’, ha reforzado ese principio colonial de la “ciudadanía, como instrumento contractual de gobernabilidad y protección social, ciudadanía racializada inclusión jerarquizada, inferiorizada, sin ciudadanía, nuda vida, menos que nada.

Aquella distopía de Silicon Valley globalizó su peor fantasía, aquella sostenida sobre el idilio entre las tesis neo malthusianas y las nuevas lógicas de excepcionalismo jurídico, en los que los millones de empobrecido/as forman parte de una dimensión de subhumanidad, prescindible, desechable, residual, útiles como escudo humano para inmunizar el cuerpo social, para garantizar el inmunoprivilegio y la sanidad de la “humanidad”.

Incluso en medio de la emergencia sanitaria valdría la pena nombrar que esa narrativa  macroeconómica de los trabajos esenciales, encubre no solo un entramado racializado de tercerización e inferiorización laboral con la que no solo sería imposible reactivar la economía, sino incluso lograr el aplanamiento de las curvas garantizando el confinamiento y la bunkerización de los demás. Bajo esa lógica el aplanamiento de la curva en lo práctico ha parecido menos un criterio epidemiológico o inmunitario de gestión sanitaria que una política malthusiana neoliberal de gestión de bienestar. 

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No sabemos con certeza a qué escenario  nos vamos a enfrentar, pero de lo que podemos estar seguros, es que esta falsa ilusión de contemporaneidad que acredita esta narrativa de la crisis global que se presenta como natural, ahistórica, incluso accidental irá definiendo sus posiciones, recrudeciendo su violencia, ensanchando asimetrías, escalonando opresiones, inaugurando enfermos, sobrevivientes, damnificados, apátridas, deliverys, trabajadore/as inmateriales, manufactureros y maquiladoras  de la nueva “normalidad”.

Frente a esa ‘normalidad’ nos toca en un ejercicio de imaginación política y socialización de capacidades inventivas fortalecer redes de apoyo, cuido, sostenibilidad comunitaria y barrial, abandonar la performatividad del abyayalismo metropolitano y tomarnos con verdadera seriedad las saberes racializados que nos permitan la posibilidad de construir y recuperar colectivamente paradigmas alternativos de desarrollo, sostenibilidad y bienestar. Abandonar los viejos legados de un sindicalismo colonial, patriarcal y desracializado para pensar las bases de un nuevo sindicalismo que radicalice la disputa política sobre el terreno de los derechos laborales y la seguridad social. Descolonizar políticamente la figura de la ciudadanía como sujeto de representación política y sociojurídica. Articular los viejos legados de lucha y resistencia comunitaria, barrial con las nuevas disputas políticas que está diagramando la crisis civilizatoria de la contemporaneidad. 

Bien se dice que en la experiencia del sur global el cuerpo es jurisdicción de la memoria, bajo esa premisa no tenemos otra alternativa que asumir la responsabilidad de luchar contra el ‘virus sistémico como un asunto comunitario.

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La peligrosa historia del inmunoprivilegio

La peligrosa historia del inmunoprivilegio

Por: Kathryn Olivarius

 

 A finales del mes pasado, un sitio web conservador llamado The Federalist publicó un artículo que proponía que los estadounidenses jóvenes y saludables se infectaran deliberadamente por el Covid-19 como parte de una estrategia nacional de “infección voluntaria controlada”, con el fin de desarrollar la “inmunidad de gremio”. Si un suficiente número de estadounidenses se expusieran al virus y se volvieran inmunes, afirmaba esta teoría, el país podría movilizar un contingente de ciudadanos inmunizados, los cuales podrían reabrir negocios, volver a sus trabajos y así rescatar a la economía.

 Expertos en salud pública y economistas refutaron ampliamente el artículo, en cuanto lógicamente dudoso y éticamente engañoso; sin embargo, este pensamiento ya produjo metástasis. Personas como Glenn Beck y el Teniente Gobernador de Texas Dan Patrick moldean la inclinación a soportar la enfermedad por coronavirus como una acción patriótica y pro-economía; Alemania, Italia y Reino Unido juegan con la idea de “pasaporte inmunitario”, es decir una certificación de superación de la enfermedad por Covid-19, el cual permitiría que los que hayan desarrollado anticuerpos vuelvan a trabajar más rápidamente.

 Que las personas puedan invertir el “inmunocapital” que han ganado con gran esfuerzo suena a ciencia ficción. Sin embargo, mientras esperamos meses o años por una vacuna viable, aprovechar los anticuerpos de algunos podría efectivamente formar parte de nuestra estrategia económica. Si será así, deberíamos acatar las lecciones del pasado y tener cuidado con los potenciales peligros sociales. Como historiadora, mi investigación se ha centrado en un tiempo y espacio – el Sur profundo del siglo XIX – que en su momento operó a través de una lógica muy parecida, aunque con un virus extremadamente mas letal y espantoso: la fiebre amarilla. La inmunidad individual permitió que la economía se expandiera, pero de manera desigual: a beneficio de los que ya se hallaban arriba de la escala social, y a expensas de todos los demás. Cuando un virus furioso chocó con las fuerzas del capitalismo, la discriminación inmunitaria se convirtió en una forma más de prejuicio, en una región que ya se basaba en la desigualdad racial, étnica, de genero, y de ingresos.

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 La fiebre amarilla, un flavivirus transmitido por los mosquitos, era ineludible en el sur profundo del siglo XIX y era motivo de terror constante en Nueva Orleans, el foco de la región. Durante las seis décadas que transcurrieron entre la Compra de Luisiana y la guerra civil, Nueva Orleans sufrió veintidós brotes epidémicos, que en total mataron a más de 150.000 personas. Quizás otras 150.000 murieron en las ciudades cercanas. El virus mató a cerca de la mitad de los infectados, y los mató de formas horribles; muchas víctimas vomitaban espesa sangre negra, con la consistencia y el color de los granos de café. Los afortunados supervivientes se convirtieron en “aclimatados”, es decir inmunizados de por vida.

 La Nueva Orleans prebélica era una sociedad de esclavos en la cual los blancos dominaban a las personas de color libres y a las personas esclavizadas a través de una violencia formalizada legalmente. Pero hubo otra jerarquía invisible que se añadió al orden racial; “los ciudadanos aclimatados” blancos se hallaban en la cima de la pirámide social, seguidos por los “extranjeros no aclimatados”, y luego por todos los demás. Sobrevivir la fiebre amarilla se nombró localmente como el “bautismo de la ciudadanía”: era la prueba de que una persona blanca había sido elegida por Dios y se había establecido como actor legítimo y permanente en el Reino del Algodón.

 La inmunidad era muy importante. Los blancos que no estaban “aclimatados” se consideraban ineptos para el empleo. Como lamentó el inmigrado alemán Gustav Dresel entorno en la década de 1830, “busqué en vano por un puesto de contable” pero “contratar a un joven no aclimatado representaba una mala especulación”. Los aseguradores de vida rechazaban de plano a los solicitantes no aclimatados o más bien les cobraban un considerable “recargo de clima”. Si eras blanco, tu estatus inmunitario afectaba dónde vivías, cuánto ganabas, tu posibilidad de pedir crédito, y con quién podías casarte. No sorprende, entonces, que muchos inmigrantes recién llegados buscaran enfermarse activamente: acurrucándose juntos en viviendas estrechas, o recostándose en una casa donde un amigo acababa de morir. Eran los precursores prebélicos de las “fiestas de varicela”, solo que eran mucho más mortales.

 Sin embargo, la inmunidad era más que un producto de la suerte epidemiológica. En el contexto del sur profundo se empuñaba como una arma. Desde el principio, los blancos ricos de Nueva Orleans se aseguraron de que, si los mosquitos eran vectores de igual oportunidad, la fiebre amarilla no iba a ser ciega frente a las diferencias raciales. Los teóricos pro-esclavitud utilizaron la fiebre amarilla para afirmar que la esclavitud racial era natural, incluso humanitaria, porque permitía a los blancos de distanciarse socialmente; podían quedarse en casa, en relativa seguridad, ya que los negros se veían forzados a trabajar y comerciar en su lugar. En 1853, el periódico “Weekly Delta” afirmó, ridículamente, que tres cuartas partes de las muertes por fiebre amarilla eran de abolicionistas.

 Las personas negras tenían acceso limitado a los cuidados médicos y tenían el mismo miedo que todos los demás. Pero las personas esclavizadas que habían logrado la inmunidad vieron su valor aumentado de un 50% por sus dueños. En suma, la inmunidad de los negros se convirtió en el capital de los blancos.

 La fiebre negra no moldeó el Sur en una sociedad de esclavos pero amplificó la división entre ricos y pobres. La alta mortalidad resultó económicamente provechosa para los ciudadanos más poderosos de Nueva Orleans, porque la fiebre amarilla condenaba a los trabajadores asalariados a la inseguridad y entonces los incapacitaba en cuanto a la negociación. No es de extrañar, entonces, que los políticos locales no quisieran gastar el dinero de los impuestos en medidas de saneamiento y cuarentena y que más bien, argumentaran que la mejor solución para la fiebre amarilla era, paradójicamente, más fiebre amarilla. La carga se puso en que las clases trabajadoras se aclimataran, no en que los ricos y poderosos invirtieran en una infraestructura de redes de seguridad.

 Sabemos que las epidemias y pandemias exacerban las desigualdades existentes. En las últimas tres semanas, más de 16 millones de estadounidenses – muchos de los cuales son meseros, choferes de Uber, limpiadores, cocineros y cuidadores – han solicitado el seguro de desempleo. Mientras tanto, los ejecutivos de tecnología, los abogados y los profesores universitarios como yo podemos aislarnos en nuestras casas, trabajar en línea y aún así recibir nuestras nóminas y conservar el seguro médico. Los estadounidenses más ricos y más pobres ya están experimentando el capitalismo-corona de manera diferencial.

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 Una vez más, los políticos americanos argumentan que la inmunidad viral podría movilizarse para el beneficio económico. Si bien algunas versiones de esta estrategia parecen posibles, quizás incluso probables, no deberíamos permitir que un sello oficial de inmunidad al Covid-19, o la voluntad personal de arriesgarse a la enfermedad, se conviertan en prerrequisitos para el empleo. Tampoco debería usarse la inmunidad para aumentar las desigualdades sociales preexistentes. La desigualdad racial y geográfica ya existe en cuanto a la exposición al virus, así como al acceso a las pruebas. Las personas más vulnerables de nuestra sociedad no pueden ser castigadas dos veces: primero por sus circunstancias y luego por la enfermedad. Eso ya sucedió y no lo queremos repetir.

 

 Traducido originalmente por Fiorenza Picozza para Contranarrativas

Publicado originalmente en NYTIMES

 

"Quieren hacernos creer que la realidad es la que esta fallando y no ellos".

"Quieren hacernos creer que la realidad es la que esta fallando y no ellos".

Imaginación política y crisis multifactorial.

Por: Tatiana Bonilla

Algunas personas son conscientes de que el capitalismo tal y cómo lo vivimos hoy día supone la desigualdad social y económica, así como la destrucción de la naturaleza de la que dependemos totalmente. Sin embargo, nos adaptamos a las situaciones que nos plantean nuestros contextos con mayor o menor éxito sin la entereza suficiente para transformarlos, ya sea porque aprendimos que las acciones individuales no tienen efecto práctico o porque hay una masa apática, parásitaria y cobarde con la capacidad de sofocar los entusiasmos más brillantes. Como decía Gramsci, la indiferencia opera con fuerza en la historia. Opera pasivamente, pero opera y el absentismo de lxs muchxs moldea realidades comunes.

En el marco de esta crisis por la pandemia del coronavirus COVID-19, también están los optimistas, personas que argumentan que esta situación constituye un golpe para los sistemas imperantes y tendrán lugar la solidaridad y la colaboración, como opciones racionales globales. No obstante, propongo dotar el análisis de imaginación dramática a fin de prepararnos para lo peor con la esperanza en que lo mejor tenga lugar.

A este respecto, el filósofo surcoreano Byung Chun Hal, indica que en caso de superar esta crisis el capitalismo continuará con más fuerza, en el marco de regímenes autoritarios, con un reforzamiento de los sistemas de vigilancia digital y control policiaco, que llevarán a la normalización del Estado de excepción. Recordemos que esta pandemia se da en el marco de una inestabilidad generalizada en que los dueños de los grandes capitales pretenden solucionar la crisis económica emitiendo moneda, no obstante, la velocidad de circulación del dinero se está hundiendo sin remedio porque ese dinero no acaba dónde debería, en la gente. La globalización como proyecto político y económico es una gran estafa, aunque nuestros gobiernos quieren hacernos creer que si la realidad no se acomoda a sus retóricas la que está fallando es la realidad y no ellxs.

Una vez más los grandes damnificados de este drama serán las personas empobrecidas y marcadas como diferentes a través de los procesos históricos que ya conocemos. En Estados unidos las personas afro y lxs migrantes empobrecidxs están totalmente desprotegidxs y ni siquiera tienen acceso a servicios de salud, mientras que los bancos echan mano del dinero de la gente ante la escasez y la caída en el valor de las monedas nacionales y las divisas. Además, se impone el big data como una opción totalizante, que ofrece muchas ventajas pero que nos demuestra que no es utópica la pretensión de sustituir la realidad social por la realidad virtual. Los likes de Facebook no están produciendo nada y hace falta la construcción social-corporal de conocimientos prácticos y experiencias comunes.

FOTO POR JUAN PABLO RUEDA

FOTO POR JUAN PABLO RUEDA

Colombia demuestra que este virus nos aísla y nos individualiza, no se está gestando ningún sentimiento colectivo y sólo atinamos a pensar en nuestra supervivencia. Aunque me gustaría sumarme a los pronósticos de algunxs optimistas, sé que esto no va a cambiar el orden de las cosas, sólo está evidenciando los problemas, reduciendo el margen de acción de lxs más podersxs. Aquí se requiere un esfuerzo humano real que nazca en lo individual y se plasme en lo colectivo. En el país, el gobierno nacional y los gobiernos locales están en una carrera por el reconocimiento de cara a las próximas elecciones. Mientras que el Presidente Iván Duque emitió el Decreto 444 que retira capitales del Fondo de Mitigación de Emergencias para entregar recursos a las entidades bancarias, la alcaldesa de Bogotá impone una medida de “pico y género” para evitar las aglomeraciones, en que se reproduce la diferencia sexual en contra de la cual se ha luchado con tanto ahínco. En la capital del país estamos viviendo medidas de confinamiento que enfatizan la cuestión sexo-género, exponiendo a la población a las arbitrariedades policiales y en especial a aquellxs que no se reconocen dentro del binarismo.

Poco a poco nos estamos percatando de la importancia de quienes se dedican al agro y lxs reconocemos como la columna vertebral de la economía nacional, aunque, las acciones gubernamentales no lxs mantienen a salvo y quienes hacen intermediación en la cadena de suministro lxs explotan, comprándoles el alimento a precios misérrimos para luego venderlo al resto de la población a costos exagerados. Como indica Stiglitz, el modelo neoliberal nos tiene pendiendo de un hilo y los mercados no se manejan solos, el exceso de riesgo ha fracasado y el sector público está insuficientemente financiado, demostrando que el coronavirus no es nuestro principal problema.

En términos globales el proyecto “civilizatorio” nos está mostrando su rostro real y en este orden de cosas Colombia se postula como el patio trasero de Estados unidos. La negligencia de nuestros gobernantes puede conducirnos a otra guerra, pese a la emergencia sanitaria, en alusión a lo que Chomsky llama la tiranía de las grandes corporaciones y la dictadura de los mercados. Lo cierto es que esta pandemia ya estaba anunciada y decidimos no prepararnos, pero la imaginación política tiene que servirnos para plantear soluciones de raíz, aunque de momento parezca que sólo el Estado puede orientar voluntades sociales hacía acciones comunes y sacrificios compartidos.  Es momento de creer que podemos cambiar el curso de la historia.

En primer lugar, propongo que le demos relevancia a la salud mental de las personas. El estrés, la ansiedad y los sentimientos de desesperanza aprendida son tan reales y difíciles como el hambre. Si bien hay personas cuyas condiciones materiales no les dan ni la posibilidad de deprimirse, también debemos reconocer que nuestro estado cognitivo, emocional y anímico determina lo que somos capaces de hacer y no podremos aportar a nuestros entornos o transformarlos si no logramos lidiar con nosotrxs mismxs. Aunque, no podemos confundir estados psicólogicos con la anomía social que según Durkheim tiene que ver con la incapacidad de la estructura social de proveer a ciertos individuos de lo necesario para lograr las metas de la sociedad.

Segundo, hay que abogar por medidas de autogestión que no dependan por entero de nuestros gobiernos y gestiones estatales. Debemos pensar en formas de organización social capaces de aprovechar la tecnología a favor de los intereses de la gente, sin excluir a lxs más empobrecidxs y sin correr el riesgo de fracturar nuestro lazo social y vínculos comunitarios. Tenemos que conectarnos con la tierra y construir otros paradigmas de desarrollo y sobre todo necesitamos reconocer nuestra fragilidad y abrazarla con digna consciencia para no aceptar lo inaceptable aún en tiempos desesperados y de emergencia. 

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Crisis civilizatoria o el fín de la normalidad / Fabián Villegas

COVID 19; Crisis civilizatoria o el fin de la normalidad.

Por Fabián Villegas


Hace aproximadamente 3 semanas cuando la pandemia estaba aún por explotar auguramos que este escenario sería comparable al 9/11, en términos del impacto multipolar en las lógicas de soberanía, restricción de la movilidad social, legislaciones anti migratorias, control poblacional, cercos comerciales y cordones sanitarios.

Lo que empezó siendo en las especulaciones de la ciencia política un “ajedrecismo geopolítico”  de pequeño y mediano impacto, terminó configurandose como un dispositivo inter planetario de un nuevo orden biopolítico con consecuencias devastadoras pero aún imprevisibles. Si algo define el siglo XXI no solo es la complejidad de las crisis, sino la convergencia en una misma coyuntura de una pluralidad y multi heterogeneidad de crisis, se acabaron las crisis en singular. 

Sin darnos cuenta fuimos tomados por asalto por una de las peores distopías, y como en toda distopía Sci-Fi hay puntos ciegos en el guión, un universo de vectores de opresión, desigualdad y violencias múltiples quedaron totalmente en opacidad, encubiertos bajo la histeria del contagio, la narrativa de la calamidad natural, y la misofobia moral de combatir por todos los medios, cartografías y fronteras incluso digitales, la entrada a casa del enemigo invisible.

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En esta distopía aprendimos el guión de que no hay responsables, reforzamos el metarrelato de que los desastres naturales son desastres naturales y socializamos como principio histórico el caricaturesco cuento de un mercado de mariscos de Wuhan, y bajo la infodemia no encontramos mejor resguardo de sanidad que un individualismo deshumanizante, y un fascismo preventivo.

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En nombre del estado de excepción, en nombre de protegernos individualmente de la pandemia, hemos hecho permisible todo, la suspensión de todas las libertades, violación de todas las garantías individuales, militarización, vigilancia, control y regulación de la movilidad social, precarización, despojo, vulneración de derechos humanos, desmantelamiento de derechos laborales y seguridad social. En nombre de un plan de contingencia salvífica hemos hecho de la salud un criterio de ciudadanía, para existir legal e ilegalmente frente al derecho como sanos y enfermos. 

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La crisis del COVID 19 transversaliza todo, la vida misma. Pone de relieve el fracaso del modelo neoliberal y colonial de los sistemas sanitarios, exhibe la mezquindad y la rapacidad lucrativa de la industria farmacéutica, la acumulación por despojo de los sistemas privados de retiro, la nulidad de derechos laborales y seguridad social, la precarización de la vida, la división y estratificación racial del trabajo, los intereses imperiales y las jaulas geopolíticas, las cartografías de explotación que trascienden la relación capital trabajo, la urgencia de soberanía alimentaria, la fragilidad de las economías de servicios, los criterios coloniales en los protocolos de investigación médica, las disputas imperiales en el desarrollo discrecional de armas biológicas, las doctrinas del Shock y la imaginación política para rentabilizar con las crisis, el control y la vigilancia del acceso a información, el bigdata y la epidermización del biopoder, la dinamización de las narrativas de racialización y las guerras financieras, la apertura de los regionalismos geoeconómicos, y el cuerpo como mapa de regulación de la vida misma.

El mito de la contemporaneidad está en creer que todos estamos habitados por la misma crisis, pero la pandemia no cede a los entramados coloniales. La división y estratificación racial del trabajo hace de la sobre exposición y vulnerabilidad al contagio de unxs, la sobrevivencia y la bunkerización cómoda de otrxs. Las muertes de Guayaquil no se editorializan de la misma forma que las muertes en Lombardía, no entran dentro de ese régimen de representación universal de la muerte, están contaminadas por marcadores de raza y clase, sus cuerpos abandonados en la calle se enmascaran como negligencias en los planes de contingencia, o accidentes en las gestiones estatales. La narrativa emocional de la tragedia para universalizarse necesita blanquearse, omitir en las imágenes de las grandes editoriales que el 80% de los enfermos en Chicago son afroamericanos, encubrir los millones de desplazados de Mumbai, minimizar que los damnificados de esta crisis civilizatoria post contagio serán en su mayoría cuerpos racializados estacionados en la ontología política del contagio y el salario. 

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Incluso en medio de las retóricas de falso humanitarismo occidentalcéntrico que construyen un sentido de unificación de la ‘raza humana’ en la lucha contra la pandemia, como si se tratara burdamente de una guerra con soldados y no ciudadanos, no reparan en hacer público el hábito histórico de utilizar países como Liberia o Eritrea como laboratorios privados para el ensayo de vacunas e investigación médica. 

Para la hegemonía la concepción colonial de los cuerpos prescindibles y las geografías residuales ha sido un principio histórico, de la inducción de sífilis en Guatemala a los cordones de la meningitis en Nigeria a las aciagas pruebas de anti retrovirales en Gambia.

La pandemia adquirió el estatuto moral de pandemia en cuanto se eurocentro, en cuanto se universalizó la fragilidad de Europa por la propagación de un enemigo interno que no reconoce cordones sanitarios, ni cierre de fronteras. Bien dicen por ahí, que utilizar la categoría “crisis civilizatoria”, es llegar tarde a la conversación o narrar las crisis desde la experiencia Occidentalocéntrica y su construcción de ciudadanías metropolitanas, porque desde la experiencia de los grupos de Abyayala en que momento no hemos sido sobrevivientes de una crisis civilizatoria, desde la experiencia afrodiaspórica en que momento no se ha sido resultado de una crisis civilizatoria? Hemos interiorizado la crisis civilizatoria. Sobre la recuperación de la memoria histórica en nuestro pasado habita la crisis civilizatoria, sobre la inmediatez opresiva del presente habita la crisis civilizatoria, y sobre la incapacidad de imaginar una metáfora sobre nuestro propio futuro habita la crisis civilizatoria. 

 Estamos frente a un momento inédito. Tal como Abdias do Nascimento auguraba que el capitalismo del siglo XXI inauguraría una nueva proporcionalidad entre ilusión de derechos democráticos y nuevas formas de opresión que terminarían por redefinir el campo de lo político, la distopía del 2020 ha configurado un nuevo sentido, una nueva gramática, una nueva concepción de lo político. 

A diferencia de lo que puede esgrimir toda una tradición super blanca post estructuralista de pensamiento crítico que ve en la coyuntura una posibilidad fascinante de instalar en el debate público metáforas y categorías analíticas estacionadas en la temporalidad colonial del siglo XIX, queda abierta la posibilidad de pensar el mundo que queremos construir. 

Definitivamente en el paradigma del aislamiento totalitario o la solidaridad global hay un desequilibrio abismal. No estamos ni frente al fin del capitalismo, ni frente a la posibilidad cómoda de elegir. La solidaridad global tiene que presentarse como una alternativa de quiebre, contrahegemónica, de articulación comunitaria, creatividad e imaginación política frente a la regulación de lo social que se impondrá como resultado de la crisis multipolar.

Si la narrativa hegemónica ha sido explotar la tragedia y la crisis humanitaria para en muchos de los casos imponer regímenes de control, bio-lencia y vigilancia, debemos aprovechar en la inmediatez esa narrativa de la crisis humanitaria como un ejercicio reparativo y redistributivo, para pensar y articular formas de desobediencia civil en el marco de la cuarentena y el encierro.

Te conozco bacalao! Bienvenida la oposición fuera la simulación.

Te conozco bacalao aunque vengas disfraza’o ! Bienvenida la oposición fuera la simulación.

Por Fabián Villegas

En política el tiempo es imprescindible, a diferencia de lo que podríamos especular, la política se sostiene sobre exactitud, precisión, pero sobre todo sobre su capacidad de previsión. A una semana de haberse consumado la suspensión del comicio electoral de las municipales en República Dominicana la descomposición institucional del Estado dominicano ha llegado a un descalabro histórico. En menos de una semana hemos atestiguado un insultante y bochornoso entramado institucional de fraude electoral orquestado por la cúpula del Estado, que ha transitado entre simulaciones, fabricación de escenarios, justificaciones inconsistentes, contubernio de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, torturas por parte de la Policía Nacional, criminalización de la protesta pública y uso excesivo de la fuerza contra manifestantes.

Para el descalabro siempre parece haber salidas institucionales, pero no salidas que refrendan la voluntad popular y el ejercicio democrático. Siempre queda abierta la pregunta, ¿Frente a la tentativa de posponer la jornada electoral para el próximo 15 de Marzo que queda? Que queda más allá de algunas (desafortunadamente pocas)  iniciativas dignas, independientes aventadas al naufragio de un modelo antidemocrático que se ha encargado de blindar la lógica electoral a fin de borralas, asimilarlas y de favorecer la agenda del bipartidismo, y a las figuras tradicionales de la clase política dominicana. 

¿Que queda el 15 de Marzo? Más allá de salir a votar con la convicción plena de sacar del poder al partido del Estado, favoreciendo indirectamente la agenda de otro partido o líderes políticos de la plutocracia dominicana que bajo la coyuntura actual están simulando ser agentes políticos de oposición. Quizá la elasticidad de la discursividad política nos queda corta para nombrar todas las violaciones a la vida democrática que esta administración ha orquestado. 

El asalto a la voluntad popular y el sufragio efectivo no se fraguó el domingo 16 de Febrero, es inherente a toda esa simulación de ejercicio democrático llamado “proceso electoral”, sostenido sobre redes escalonadas de corrupción y clientelismo político, uso faccioso de las instituciones y de los recursos públicos para el favorecimiento del bipartidismo y el Estado

El saldo de esta fiesta democrática convocante de miles de personas no puede ser únicamente el restablecimiento de la jornada electoral del 15 de Marzo, ni caer en la confusión de entender el proceso electoral en sí mismo como una celebración política de la voluntad popular. Especialmente, cuando ha sido construido históricamente sobre bases institucionales profundamente antidemocráticas, de larga tradición racista y colonial en las que las capas populares de la población que son la mayoría no tienen voz, ni están autorizadas para participar en las decisiones públicas, dentro de una lógica electorera de “democracia” representativa en las que las candidaturas resultan en un 98% de los casos, imposiciones por decisiones cupulares. Mucho menos se debería permitir que esta movilización digna y popular sea instrumentalizada para legitimar a quienes hoy simulan desde sus viejos partidos y canonjías liderazgos de oposición. 

Experiencias anteriores en la isla y en toda la región nos recuerdan que esa estrategia de no ideologizar las movilizaciones por temor a perder músculo social, le ha costado muy caro a la lucha de conquistas sociales históricas. La desideologización de las protesta a escala global no es accidental, forma parte de una nueva configuración política de ciudadanías de derecha. 

Parte del desafío está también en estirar la discursividad política, trascender la lucha anticorrupción como única narrativa de identificación política para pensar desde un ejercicio de imaginación política una lucha mucho más anti sistémica que haga frente al modelo económico rampante de acumulación por despojo, de precarización de la vida y de producción de desigualdades que habita en la isla. Identificar la transversalidad de la lucha por la conquista democrática no solo como una lucha anti partidista, sino como una lucha profunda, contrahegemónica, anti sistémica que ponga de relieve el fracaso de un modelo históricamente colonial, racista, capitalista, neoliberal, heteropatriarcal y extractivista expresado en estructuras de racismo institucional, violencia de género, despojo territorial, concesión territorial a trasnacionales, naturalización de la desigualdad, crisis de derechos humanos, uso faccioso del sistema de justicia, desmesurados niveles de impunidad, corrupción, precarización miserable de los sistemas de salud y educación, deficit de vivienda, desarticulación de la los sistemas de jubilaciones y pensiones, modelos agresivos de privatización, criminalización de la pobreza etc.

La naturaleza de la movilización es fluctuante, variable e impredecible, de lo único que podemos tener certeza es del significado ambivalente del tiempo para jugar a nuestro favor, o para apostar a nuestra derrota, ya sea para dictarnos con precisión  cuál es ese momento que tenemos que aprovechar, cuál es ese momento donde hay condiciones, cuál es ese momento decisivo que tenemos que apretar porque ahí está nuestro capital político o por otro lado el desgaste del tiempo al que apuesta el poder para desmoralizar y desinflar nuestros horizontes utópicos. 

El legado de lucha y resistencia del Caribe es monumental, ha sido históricamente un espacio geopolítico marcado por su papel protagónico en las luchas anticoloniales. De la resistencia indígena al cimarronaje, de las luchas antiesclavistas, a los movimientos panafricanistas, de los movimientos de descolonización a las 2 revoluciones más radicales de la modernidad. 

El Caribe resiste, salgamos a la calle vigilantes de que esos liderazgos viciados del bipartidismo no capitalicen políticamente con oportunismo el hartazgo y el músculo social de oposición.

Las conquistas sociales históricas se ganan en la calle, no nos las regala nadie, ni son propiedad de nadie. Queda abierta la pregunta, por quién se saldrá a votar este próximo 15 de Marzo?


Foto por Fran Afonso / @franafonsofotos

Foto por Fran Afonso / @franafonsofotos

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El odio al indio.

El odio al indio.

Por Álvaro García Linera.


Como una espesa niebla nocturna, el odio recorre vorazmente los barrios de las clases medias urbanas tradicionales de Bolivia. Sus ojos rebalsan de ira. No gritan, escupen; no reclaman, imponen. Sus cánticos no son de esperanza ni de hermandad, son de desprecio y discriminación contra los indios. Se montan en sus motos, se suben a sus camionetas, se agrupan en sus fraternidades carnavaleras y universidades privadas y salen a la caza de indios alzados que se atrevieron a quitarles el poder.

En el caso de Santa Cruz organizan hordas motorizadas 4×4 con garrote en mano a escarmentar a los indios, a quienes llaman “collas”, que viven en los barrios marginales y en los mercados. Cantan consignas de que “hay que matar collas”, y si en el camino se les cruza alguna mujer de pollera la golpean, amenazan y conminan a irse de su territorio. En Cochabamba organizan convoyes para imponer su supremacía racial en la zona sur, donde viven las clases menesterosas, y cargan -como si fuera un destacamento de caballería- sobre miles de mujeres campesinas indefensas que marchan pidiendo paz. Llevan en la mano bates de béisbol, cadenas, granadas de gas; algunos exhiben armas de fuego. La mujer es su víctima preferida; agarran a una alcaldesa de una población campesina, la humillan, la arrastran por la calle, le pegan, la orinan cuando cae al suelo, le cortan el cabello, la amenazan con lincharla, y cuando se dan cuenta de que son filmadas deciden echarle pintura roja simbolizando lo que harán con su sangre.

En La Paz sospechan de sus empleadas y no hablan cuando ellas traen la comida a la mesa. En el fondo les temen, pero también las desprecian. Más tarde salen a las calles a gritar, insultan a Evo y, con él, a todos estos indios que osaron construir democracia intercultural con igualdad. Cuando son muchos, arrastran la Wiphala, la bandera indígena, la escupen, la pisan la cortan, la queman. Es una rabia visceral que se descarga sobre este símbolo de los indios al que quisieran extinguir de la tierra junto con todos los que se reconocen en él.

El odio racial es el lenguaje político de esta clase media tradicional. De nada sirven sus títulos académicos, viajes y fe porque, al final, todo se diluye ante el abolengo. En el fondo, la estirpe imaginada es más fuerte y parece adherida al lenguaje espontáneo de la piel que odia, de los gestos viscerales y de su moral corrompida.

Todo explotó el domingo 20, cuando Evo Morales ganó las elecciones con más de 10 puntos de distancia sobre el segundo, pero ya no con la inmensa ventaja de antes ni el 51% de los votos. Fue la señal que estaban esperando las fuerzas regresivas agazapadas: desde el timorato candidato opositor liberal, las fuerzas políticas ultraconservadoras, la OEA y la inefable clase media tradicional. Evo había ganado nuevamente pero ya no tenía el 60% del electorado; estaba más débil y había que ir sobre él. El perdedor no reconoció su derrota. La OEA habló de “elecciones limpias” pero de una victoria menguada y pidió segunda vuelta, aconsejando ir en contra de la Constitución, que establece que si un candidato tiene más del 40% de los votos y más de 10% de votos sobre el segundo es el candidato electo. Y la clase media se lanzó a la cacería de los indios. En la noche del lunes 21 se quemaron 5 de los 9 órganos electorales, incluidas papeletas de sufragio. La ciudad de Santa Cruz decretó un paro cívico que articuló a los habitantes de las zonas centrales de la ciudad, ramificándose el paro a las zonas residenciales de La Paz y Cochabamba. Y entonces se desató el terror.

Bandas paramilitares comenzaron a asediar instituciones, quemar sedes sindicales, a incendiar los domicilios de candidatos y líderes políticos del partido de gobierno. Hasta el propio domicilio privado del presidente fue saqueado; en otros lugares las familias, incluidos hijos, fueron secuestrados y amenazados de ser flagelados y quemados si su padre ministro o dirigente sindical no renunciaba a su cargo. Se había desatado una dilatada noche de cuchillos largos, y el fascismo asomaba las orejas.

Cuando las fuerzas populares movilizadas para resistir este golpe civil comenzaron a retomar el control territorial de las ciudades con la presencia de obreros, trabajadores mineros, campesinos, indígenas y pobladores urbanos -y el balance de la correlación de fuerzas se estaba inclinando hacia el lado de las fuerzas populares- vino el motín policial.

Los policías habían mostrado durante semanas una gran indolencia e ineptitud para proteger a la gente humilde cuando era golpeada y perseguida por bandas fascistoides. Pero a partir del viernes, con el desconocimiento del mando civil, muchos de ellos mostraron una extraordinaria habilidad para agredir, detener, torturar y matar a manifestantes populares. Claro, antes había que contener a los hijos de la clase media y, supuestamente, no tenían capacidad; sin embargo ahora, que se trataba de reprimir a indios revoltosos, el despliegue, la prepotencia y la saña represiva fueron monumentales. Lo mismo sucedió con las Fuerzas Armadas. Durante toda nuestra gestión de gobierno nunca permitimos que salieran a reprimir las manifestaciones civiles, ni siquiera durante el primer golpe de Estado cívico del 2008. Y ahora, en plena convulsión y sin que nosotros les preguntáramos nada, plantearon que no tenían elementos antidisturbios, que apenas tenían 8 balas por integrante y que para que se hagan presentes en la calle de manera disuasiva se requería un decreto presidencial. No obstante, no dudaron en pedir/imponer al presidente Evo su renuncia rompiendo el orden constitucional. Hicieron lo posible para intentar secuestrarlo cuando se dirigía y estaba en el Chapare; y cuando se consumó el golpe salieron a las calles a disparar miles de balas, a militarizar las ciudades, asesinar a campesinos. Y todo ello sin ningún decreto presidencial. Para proteger al indio se requería decreto. Para reprimir y matar indios sólo bastaba obedecer lo que el odio racial y clasista ordenaba. Y en sólo 5 días ya hay más de 18 muertos, 120 heridos de bala. Por supuesto, todos ellos indígenas.

La pregunta que todos debemos responder es ¿cómo es que esta clase media tradicional pudo incubar tanto odio y resentimiento hacia el pueblo, llevándola a abrazar un fascismo racializado y centrado en el indio como enemigo?¿Cómo hizo para irradiar sus frustraciones de clase a la policía y a las FF. AA. y ser la base social de esta fascistización, de esta regresión estatal y degeneración moral?

Ha sido el rechazo a la igualdad, es decir, el rechazo a los fundamentos mismos de una democracia sustancial.

Los últimos 14 años de gobierno de los movimientos sociales han tenido como principal característica el proceso de igualación social, la reducción abrupta de la extrema pobreza (de 38 al 15%), la ampliación de derechos para todos (acceso universal a la salud, a educación y a protección social), la indianización del Estado (más del 50% de los funcionarios de la administración pública tienen una identidad indígena, nueva narrativa nacional en torno al tronco indígena), la reducción de las desigualdades económicas (caída de 130 a 45 la diferencia de ingresos entre los más ricos y los más pobres); es decir, la sistemática democratización de la riqueza, del acceso a los bienes públicos, a las oportunidades y al poder estatal. La economía ha crecido de 9.000 millones de dólares a 42.000, ampliándose el mercado y el ahorro interno, lo que ha permitido a mucha gente tener su casa propia y mejorar su actividad laboral.

Pero esto dio lugar a que en una década el porcentaje de personas de la llamada “clase media”, medida en ingresos, haya pasado del 35% al 60%, la mayor parte proveniente de sectores populares, indígenas. Se trata de un proceso de democratización de los bienes sociales mediante la construcción de igualdad material pero que, inevitablemente, ha llevado a una rápida devaluación de los capitales económicos, educativos y políticos poseídos por las clases medias tradicionales. Si antes un apellido notable o el monopolio de los saberes legítimos o el conjunto de vínculos parentales propios de las clases medias tradicionales les permitía acceder a puestos en la administración pública, obtener créditos, licitaciones de obras o becas, hoy la cantidad de personas que pugnan por el mismo puesto u oportunidad no sólo se ha duplicado -reduciendo a la mitad las posibilidades de acceder a esos bienes- sino que, además, los “arribistas”, la nueva clase media de origen popular indígena, tiene un conjunto de nuevos capitales (idioma indígena, vínculos sindicales) de mayor valor y reconocimiento estatal para pugnar por los bienes públicos disponibles.

Se trata, por tanto, de un desplome de lo que era una característica de la sociedad colonial: la etnicidad como capital, es decir, del fundamento imaginado de la superioridad histórica de la clase media por sobre las clases subalternas porque aquí, en Bolivia, la clase social sólo es comprensible y se visibiliza bajo la forma de jerarquías raciales. El que los hijos de esta clase media hayan sido la fuerza de choque de la insurgencia reaccionaria es el grito violento de una nueva generación que ve cómo la herencia del apellido y la piel se desvanece ante la fuerza de la democratización de bienes. Así, aunque enarbolen banderas de la democracia entendida como voto, en realidad se han sublevado contra la democracia entendida como igualación y distribución de riquezas. Por eso el desborde de odio, el derroche de violencia; porque la supremacía racial es algo que no se racionaliza, se vive como impulso primario del cuerpo, como tatuaje de la historia colonial en la piel. De ahí que el fascismo no sólo sea la expresión de una revolución fallida sino, paradójicamente también en sociedades postcoloniales, el éxito de una democratización material alcanzada.

Por ello no sorprende que mientras los indios recogen los cuerpos de alrededor de una veintena de muertos asesinados a bala, sus victimarios materiales y morales narran que lo han hecho para salvaguardar la democracia. Pero en realidad saben que lo que han hecho es proteger el privilegio de casta y apellido.

El odio racial solo puede destruir; no es un horizonte, no es más que una primitiva venganza de una clase histórica y moralmente decadente que demuestra que, detrás de cada mediocre liberal, se agazapa un consumado golpista.

Publicado originalmente en www.celag.org

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Haití; Amnesia e indiferencia colonial.

Haití; Amnesia e indiferencia colonial.

Por Fabián Villegas


Alguna vez escuche decir a Jean Casimir que en Haití la coyuntura nunca es una coyuntura, decía que todo diagnóstico y análisis de coyuntura por breve que resulte, exige una suerte de epistemología transitiva en la que hay que articular los metarrelatos y recursos del pasado, las calamidades del presente con las metáforas del futuro. Argumentaba en retrospectiva que eso mismo fue la revolución haitiana, un espacio histórico que configuró múltiples temporalidades, luchas transcontinentales, diversos entramados coloniales,  dimensiones del itinerario y la experiencia afrodiasporica, múltiples sentidos de una nueva filosofía política y la inauguración de una narrativa emancipatoria. Concluía que para hacer un diagnóstico de la coyuntura en Haití, nunca de esta más tener a la mano información de por qué lado de la isla es que va llover y por donde es que sopla el viento.

Decía la historia oral que en la noche de Bois Caiman los caballos fueron testigos de un hombrecito que controlaba con la boca la lluvia, con las manos el viento y con el cuerpo el fuego.

No es un misterio que existen coyunturas editorializables, que tienen la capacidad de regionalizarse, de universalizarse, de interpelar la moral mediática y la empatía selectiva de la “contemporaneidad” y sus “contemporaneos”. El excepcionalismo jurídico de la modernidad sigue en el siglo XXI construyendo demarcaciones, diferenciando entre “acontecimientos” universalizables, y “acontecimientos” desechables, desprovistos de visado para entrar en los regímenes narrativos de la historia. 

Frente a una sacudida regional contra los ajustes estructurales del modelo neoliberal y las recetas del Fondo Monetario Internacional y Banco Mundial, las 8 semanas consecutivas de movilizaciones multitudinarias en Haití siguen sin existir en la geografía de la conciencia política de la latinoamericanidad. La indiferencia sobre la coyuntura haitiana antes que ser un estratagema imperial como piensan algunos con ingenuidad, es simple y llanamente indiferencia colonial. La calamidad haitiana se exhibe editorialmente como una condición inherente al marcador racial, su crisis está esencializada, forma parte de la naturalización del desarrollo desigual que la hegemonía trazo sobre los bordes del Sur Global, los buitres de los “think tanks” les exigen que sus consignas tengan la capacidad de traducirse en “demandas políticas”, sus demandas se perciben como autoreferenciales, no exportables, no universalizables. Sus movilizaciones se perciben como desordenadas carentes de estética e imaginación política, no se inscriben dentro los regímenes coloniales de participación ciudadana, son lamentos y vida desnuda. Para el progresismo la ecuación es simple; los damnificados de la modernidad son damnificados de la modernidad, objetos testimoniales de los procesos revolucionarios en la contemporaneidad, nunca sujetos históricos, ni sujetos de ningún tipo de vanguardia revolucionaria u horizonte político.


Quizá no hemos aprendido a contar! Haití no solo representó la primera independencia de América como algunos latinoamericanistas nos han contado. La independencia / revolución haitiana representó la conquista histórica anti colonial más importante de la modernidad. Marcó el primer precedente de una lucha anti colonial, antirracista transcontinental en el Sur Global. La única independencia de la región que identificó que toda lucha de independencia antes que ser una disputa por la soberanía nacional es una lucha lucha antirracista y anticolonial. El primer proceso revolucionario a escala global protagonizado por población racializada, negra, ex esclava. El primer proceso  revolucionario en proclamarse constitucionalmente como nación negra. Quizá eso en el siglo XXI no nos suena escándoloso, pero a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, ese pronunciamiento sentó las bases del pensamiento panafricano y la experiencia afrodiasporica al traslocalizar África como espacio geopolítico en la “negritud” como itinerario diaspórico. Si hay algo que tranversaliza el entramado colonial, las heridas y el legado de desposesión, acumulación por despojo, violencia y opresión en la región es definitivamente la defensa del territorio y el derecho a la tierra.

A la revolución haitiana no se le perdonaron muchas cosas entre ellas el ser responsable de la reforma agraria más radical de la modernidad, capaz de haber agrietado las estructuras fundacionales de estratificación racial en relación a la tierra. Tampoco el haber redactado una constitución que sentaría las bases de una nueva narrativa emancipatoria, y mucho menos el ser un acontecimiento que en su experiencia de lucha construyó las bases pedagógicas de la filosofía política más sólida de la lucha anticolonial en el Sur Global. Decía C.L.R James con sorna que si a Roberspierre le habían cortado la cabeza y hoy ni siquiera hay una sola calle con su nombre en toda Francia entre muchísimas otras cosas por haber sido el único revolucionario que se opuso tajantemente al excepcionalismo jurídico que se establecía sobre las colonias, no podía pensar que Francia le pudiera conceder el perdón al proceso revolucionario de esclavos y ex esclavos, negros y mulatos que los derrotó cargando como filosofía política y estandarte de lucha y resistencia el Vudu. En los anales de la Historia, Haiti no ha recibido nada, ni simulaciones, ni trofeos de charol. La tradición historiográfica se ha encargado de pormenorizar los logros de su revolución, de desmemoriar sus logros, creando una narrativa colonial que desvincula el proceso revolucionario institucional haitiano de las luchas cimarronas, de los movimientos de resistencia esclava, para otorgarle a la revolución francesa el espacio de inspiración y referencia política, estética, discursiva de la revolución haitiana. No es accidental que mucha de esta tradición solapada incluso por el oficialismo político haitiano del siglo XX no tuvo reparo en construir una imagen de la revolución haitiana como una revolución ilustrada a la francesa, o en representar ominosamente un Toussaint Louverture, como un Petit Voltaire negro, más iluminado por la revolución francesa, que por las históricas luchas cimarronas y resistencias anti esclavas gestadas en la isla. A Haití le debemos mucho, la indiferencia regional por la isla es un correlato colonial histórico. Haciendo las cuentas, si la historia ha simulado amnesia y moral  selectiva sobre la dignidad y trascendencia histórica de la isla por más 300 años, qué podemos esperar si no es más indiferencia por los 49 muertos y los 900 heridos de sus recientes movilizaciones. Cuando la isla se moviliza en contra de la precarización de los servicios de sanidad, acceso a agua potable, alza en los precios de queroseno y gasolina, corrupción rampante de todas las esferas de la clase política y 40% tasa de desempleo, que podemos esperar de la opinión pública sino es una normalización pavorosa, la naturalización de la narrativa de la calamidad y del desastre. 


Dice Edwidge Danticat que la miseria no te toca con gentileza, siempre te deja huellas digitales; a veces las deja para que otros las vean, otras veces para que nadie más que tú sepa.


Así la Historia.


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FUERZA EVO; DE LAS CUENTAS POR COBRAR Y OTRAS EXCUSAS INTRINCADAS.

FUERZA EVO; DE LAS CUENTAS POR COBRAR Y OTRAS EXCUSAS INTRINCADAS.

Por Bocafloja

Uno de los ecos del descaro de este domingo es ver como se ha puesto en evidencia el nivel de enajenación liberal y apatía selectiva en muchos de los agentes culturales, artísticos e intelectuales aparentemente involucrados directa o indirectamente en los diálogos sobre políticas raciales en todo el mundo.

Por la vida van brincoteando aquellos que han hecho de la Pachamama su bastión identitario, pero que juran ser “neutrales” en momentos históricos como este, como si los derechos de la tierra y los abrasivos diseños geopolíticos que han intoxicado al planeta no tuvieran nada que ver con la lógica imperial-colonial de explotación capitalista que esta gestando el golpe en Bolivia.

Por la vida van brillando en los reflectores de una farándula non-profit aquellos que han hecho de la políticas de respetabilidad una carrera redituable, esos hombres y mujeres modelos de las “sociedades conscientes y despiertas”, quienes abrazan un modelo de justicia social sustentado en la promesa de la visibilidad y la representación, pero irremediablemente servil a las condiciones de subalternidad que el estado-nación designo para ellos.

Cuenta la leyenda que en el corazón de las mil diasporas, los intelectuales racializados de la inmediatez en el “mundo latinx” pasaron horas teorizando sobre el “legado cultural” de Walter Mercado, pero guardando silencio absoluto ante lo sucedido en Bolivia ; de ese tamaño el pendejismo irresoluto y la miopía respecto a al análisis crítico.

En la bitácora neoliberal los cuentos son largos , las cuentas muchas y las deudas económicas, morales, e históricas siguen inflando un crédito por demás vencido en el banco del hartazgo de los pueblos del mundo.

“Nos vemos a la vuelta” dicen en el barrio,

Ojo, que nos vemos a la vuelta.

Fuerza Evo, 

Fuerza pueblo Boliviano.

Publicado originalmente en: www.sociedadcimarrona.com

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Chile; el fantasma de la dictadura y el fracaso del modelo neoliberal.

Chile; el fantasma de la dictadura y el fracaso del modelo neoliberal.

Por Fabián Villegas.

Decía el sociólogo ugandés Mahmood Mamdani que era una condición irremediable del capital inaugurar cada día nuevas formas de violencia y opresión, que en lo positivo y a futuro crearian involuntariamente nuevas semanticas de lucha y resistencia, nuevo/as actore/as sociales, nuevas disputas, nuevos recursos, nuevos lenguajes, nuevos imaginarios que terminarían por redefinir el campo y sentido de lo político.

El escenario convulso en la región, de Chile a Ecuador, de Haití a Honduras, de Puerto Rico a Brasil, de Argentina a Guatemala ha evidenciado la multiplicidad de las crisis y su carácter multifactorial. Concesiones territoriales, desplazamientos, modelos extractivos, desmantelamiento de la seguridad social, violencia de género, rampantes modelos de privatización, crisis de derechos humanos, crisis medioambientales, precarización laboral, sistemas escalonados de corrupción, agresiones imperiales, intervencionismo, tácticas y campañas de desestabilización, uso faccioso de los aparatos legislativos, derecho a la información, regímenes de impunidad, control monopólico de los medios de comunicación, libertad de expresión, criminalización de la protesta pública etc.

No hace más de 3 años que los tecnócratas chilenos se llenaban la boca de presidir al país como los mayores indicadores de desarrollo en la región, esos mismos que hacen abstracción de la economía de toda relación de poder, que simulan que el mercado opera sobre un vacío de fuerzas, que los paquetazos y ajustes estructurales actúan en medio de un vacío social. 

Nunca estuvo de mas de hacerles el recordatorio que la estadística puede ser un oficio de cínicos, en la que ideologías más vulgares e intereses privados se disfrazan de discursos científicos. 

La multiplicidad de crisis que están convulsionando a Chile son todo menos coyunturales, son crisis consecuencia de un entramado histórico de ajustes estructurales, políticas neoliberales y recetas del Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional a las que ha sido sometido Chile al menos desde 1973 desde el inicio de la dictadura militar. Para decirlo a cabalidad Chile fue el primer ensayo de laboratorio privado de las políticas neoliberales a escala regional. Pionero en hacer de las consultorías de los Chicago Boys, políticas de Estado y razones de gobierno. Tal es el caso de la implementación del sistema de pensiones y jubilaciones privado y capitalización que empezó a introducirse como parte de las medidas liberalizadoras del golpe de estado de Pinochet. A la fecha uno de los sistemas de jubilación y pensión más agresivo y miserable, promovido por las Administradoras de Fondos de Pensiones por toda la región como un milagro liberalizador sumamente exportable.

Entre muchas de las cosas que este escenario ha puesto sobre la discusión pública, ha sido el fracaso ineludible del modelo económico, de las políticas neoliberales, y de los ajustes estructurales impuestos por el Banco Mundial y el FMI. Que no han hecho otra cosa que proteger y engordar el interés privado, sobreponer las leyes del mercado sobre los derechos humanos y la vida misma por cursi que se escuche, así como crear simulacros y abstracciones en los índices de crecimiento, desarrollo y estabilidad inflacionaria.

El verdadero costo de las políticas neoliberales ha sido el de la privatización de todo, educación, salud, sistema de jubilaciones y pensiones, transporte, y el desmantelamiento  de toda la seguridad social, derechos laborales, conquistas sociales y políticas históricas. 

Bajo qué nivel de inmoralidad política se puede presumir del nivel acelerado de “crecimiento”, ocupando el primer lugar en el ranking desigualdad. O en un país donde el 1% de las personas con mayores ingresos concentra el 33% de los ingresos totales.

El fantasma de la dictadura y el fascismo social ha nuevamente despertado, con la misma virulencia con la que se construyo hace 46 años, la narrativa del  “enemigo interno” el gobierno de Sebastián Piñera le ha declarado la guerra a su población, siendo responsable el y sus “Carabineros” de quitarle la vida a 20 personas, herir gravemente a 90 y arrestar,  criminalizar a cerca de 2,400 personas.

Frente a las múltiples evidencias de violaciones de derechos humanos durante las protestas, donde están los pronunciamientos de los medios de comunicación, donde están las denuncias de los líderes de opinión, donde están los organismos internacionales no gubernamentales de vigilancia y prevención de violación de derechos humanos, donde estan las narrativas de crisis humanitaria y violación de derechos humanos, donde están los narrativas sobre abuso de poder, terror de estado y figura dictatorial ?

El modelo está colapsando, y como bien dicen por ahí, al enemigo intelectualmente hay que enfrentarlo por su parte más fuerte, y políticamente por su parte más débil.


Larga vida Chile.

Larga vida Latinoamérica y Caribe.


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No al Whitewash/ Blanqueamiento de Marsha P Johnson.

No al Whitewash/ Blanqueamiento de Marsha P Johnson.

Por Ishmael Bishop

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Desde su origen a fines de la década de 1960, el movimiento del orgullo ha hecho referencia a una coalición de organizaciones de base, miembros de la comunidad, activistas, trabajadore/as sexuales y disidentes de género y sexuales que se unen para celebrar la diversidad dentro de la comunidad LGBTQ +.  Marsha P. Johnson fue arquitecta de algunas de las primeras disputas de Pride y, debido a su resistencia ante el conservadurismo recalcitrante, la homofobia, el racismo, la transfobia y la discriminación, el movimiento del orgullo vive hasta el día de hoy.

El Orgullo original fue un motín incitado fuera del Stonewall Inn en Greenwich Village en la ciudad de Nueva York en 1969. Algunos historiadores consideran que el motín de Stonewall es la chispa del movimiento moderno de derechos LGBTQ. Otros defienden a Stonewall como un símbolo de resistencia a la discriminación social y política que enfrenta la comunidad LGBTQ efectuada por la policía.

 Si bien el orgullo se proclama como muchas cosas para muchas personas, incluido el ser un pilar de la inclusión y los derechos civiles en este país, el movimiento del orgullo continúa provocando contradicciones entre aquellos que históricamente han permanecido al margen.

 En 2015, una dramática reproducción cinematográfica de la rebelión de la ciudad de Nueva York en 1969, titulada Stonewall, dirigida por Roland Emmerich, fue fuertemente criticada en los medios por su deliberado blanqueamiento de la historia. Varios escritores señalaron los numerosos borramientos, silenciamientos de la película, aunado a su elenco predominantemente blanco como fallas épicas. En particular, el protagonista Danny Winters (interpretado por Jeremy Irvine) reflejó la encarnación de esa política blanca cisgénero queer, antítesis exacta de Marsha P. Johnson, a quien inmerecidamente se ha invisibilizado, siendo en la reflexión de mucho/as quien verdaderamente arrojó el ladrillo que provocó los disturbios.


En 2017, el documental de Netflix, La muerte y  vida de Marsha P. Johnson de David France, también trató de contar la historia de Johnson, incluida su participación en el frente del motín de Stonewall. Sin embargo, tras su debut, el documental fue criticado  cuando David France fue acusado de robar, plagiar toda su investigación a la activista, cineasta y escritora Reina Gossett. En un artículo de opinión, Gossett, una travesti negra y co-directora de la película ¡Feliz cumpleaños, Marsha !, aborda con profundidad por la falta de recursos disponibles para las mujeres trans de color para crear proyectos que celebren a su comunidad.

Gossett destaca de manera extraordinaria la contradicción entre la visibilidad, una conquista histórica del movimiento del Orgullo y la intensificación de la violencia contra las personas trans. 


Ella escribe:

“Ahora es más importante que nunca que las personas trans y disidentes de género seamos lo/as arquitecto/as de nuestras propias narraciones. Si bien la visibilidad trans está en su punto más alto, con personas trans representadas cada vez más en la cultura popular, la violencia contra nosotro/as nunca ha sido tan alta. La representatividad no basta, la representatividad que no está articulada a demandas concretas para cubrir nuestras necesidades más básicas nos deja sin recursos materiales o apoyo tangible, y este ciclo nos sujeta a un legado que incrementa la violencia y aislamiento ".

A días de haber pasado el orgullo, es crucial que aprendamos y entendamos nuestra historia a través de los ojos de aquello/as que han luchado a través de ella.

Marsha P Johnson fue una revolucionaria transexual negra, trabajadora sexual y drag queen, que a menudo fue ignorada y expulsada de la organización LGBTQ en general, debido a su identidad de género, raza, portadora de VIH + y ocupación. Durante su vida, Johnson sufrió muchos abusos tanto en su vida personal como profesional,  lo cual puede vincularse directamente a su posición como trans negra. Lo que es aún más desafortunado es que la muerte prematura de Johnson a los 46 años sigue aún sin resolverse, lo que ilustra cómo el movimiento LGBTQ dominante prioriza a alguno/as, de hecho, se define a sí mismo por la muerte de un puñado selecto de alguno/as, pero ciertamente no ha sido igual de empatico con la muerte y la violencia de de otro/as.

Luego de los eventos en Stonewall, Johnson se unió al Frente de Liberación Gay con su amiga Sylvia Rivera. El GLF cumplió su misión de mejorar las condiciones materiales de la comunidad  LGBTQ mediante la erradicación de las leyes homofóbicas y las ordenanzas de la ciudad. Un periódico de la década de 1970 titulado Come Out declaró: “el Frente de Liberación Gay da la bienvenida a cualquier persona gay, independientemente de su sexo, raza, edad o comportamiento social. En comparación de algunas otras organizaciones homosexuales de la época que se avergonzaban de su comunidad drag o travesti. El GLF cree que debemos aceptar a todos nuestros hermanos y hermanas incondicionalmente ”. Bajo esta pancarta, Johnson y Rivera encontraron una familia y un hogar de bienvenida.

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En junio de 1970,  tuvo lugar la primera marcha del GLF en la ciudad de Nueva York. Estas marchas, en las que Rivera y Johnson tuvieron una participación protagónica en la organización, se desarrollarían de manera exponencial y se convertirían en lo que en 2019 llamamos Orgullo. Ese mismo año, Johnson y Rivera formaron Street Transvestite (ahora Transgender) Action Revolutionaries (STAR), una organización comunitaria que brindaba servicios a jóvenes LGBTQ sin hogar en ciudades seleccionadas de los Estados Unidos e Inglaterra. En la década de 1980, Johnson se convirtió en una activista de la Coalición del SIDA para la  Liberación del Poder (ACT UP) con quien protestó en Wall Street contra la inaccesibilidad de los nuevos medicamentos contra el VIH / SIDA.


Es importante darse cuenta que el trabajo de Johnson trascendió la raza, la clase y el género, vínculo vivienda, salud mental, estratificación laboral de una manera que el movimiento LGBTQ, más grande y más blanco parece no interesarle como parte de su lucha y su disputa política.


“Gran parte de lo que Marsha tuvo que enfrentar sigue siendo una realidad para mucho/as de nosotro/as. La historia de Marsha me ha ayudado a identificar las conexiones entre el borramiento histórico de las mujeres trans de color del movimiento LGBT, y las formas contemporáneas de violencia transfóbica anti-negra que ocurren hoy ".

La era del del Orgullo de Johnson fue un movimiento que buscaba mitigar las lamentables condiciones que impactaron a lo/as más vulnerables de la ciudad de Nueva York. El orgullo, en ese momento, era una oportunidad para abogar abiertamente en nombre de aquello/as que fueron más directamente perjudicado/as por el poder estatal, la policía y el entramado estructural anti LGBTQ de la sociedad estadounidense.

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A principios de la década de 1990, el movimiento del orgullo comenzó a transformarse más o menos en lo que es hoy, principalmente en un evento de celebración equipado con patrocinios corporativos, conciertos, lugares para fiestas. Sin embargo, el orgullo sigue siendo un sitio fértil para exigir acción política. En 2017, el colectivo "No Justice No Pride", un colectivo de activistas con sede en Washington, DC orientado a identificar la complicidad del movimiento LGBT con los sistemas de opresión", incluidos los departamentos de policía de DC, anunció un conjunto de demandas públicas durante el desfile del orgullo. Asunto que llevó a que pausaran el festival por más de 90 minutos.


El orgullo es un momento para celebrar qué tan lejos hemos llegado como  comunidad, lejos de un lugar de crueldad y adversidad abyecta al que estábamos sometidos hasta el lugar de representatividad donde estamos ahora.

Claramente, todavía hay mucho que lograr en la lucha por la igualdad y la no discriminación. Como escribe Micah Bazant, "No hay orgullo para alguno/as de nosotro/as sin la liberación de todos nosotro/as", esto puede ser una metáfora elocuente de la persistencia del activismo de Johnson. El trabajo de su vida me enseña que no tiene sentido enorgullecerse de las victorias superficiales que mejoran las vidas de alguno/as, mientras que muchos otro/as continúan sufriendo en silencio.

El orgullo no es directamente un evento para que gays, cisgéneros, hombres y mujeres blanco/as disfruten y se sientan cómodos participando. Más bien, el orgullo es un renacimiento de una nueva energía y deseo político. 


"No hay orgullo selectivo para alguno/as de nosotro/as sin la liberación de todo/as nosotro/as".

Publicado originalmente en www.medium.com

Traducción: Contranarrativas


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Marielle: La defensa de la memoria histórica en la cartografía de la impunidad

Marielle: La defensa de la memoria histórica en la cartografía de la impunidad

Por: Fabián Villegas.

A cinco años del asesinato de Marielle el entramado de impunidad, las células de paramilitarismo y crimen organizado que dejo de la administración de Jair Bolsonaro se desbordaron. Los rituales del poder, y la retoricas de las 3 principales bancadas (militar, pentecostal, agronegocio) sobre las que se sostuvo la institucionalidad política del neo fascismo brasileño han dejado claro que la coyuntura no solo se trató de una disputa del poder político, sino de una sistemática política de persecución, intimidación, criminalización, y eliminación fáctica de cualquier reivindicación de la vida democrática en el Brasil post golpe de estado.

De las amenazas de muerte que obligaron al diputado del PSOL Jean Wyllys a dimitir en su puesto, a los asesinatos impunes en Paraíba de integrantes del MST, (Movimiento de los Sin Tierra), a la búsqueda por tipificar penalmente las actividades de los movimientos sociales como terrorismo, a la impunidad cínica sobre el caso de Marielle, hay una lógica sistémica, institucional, de estado, de absoluta y perversa complicidad.

Cualquiera que conoce la cartografía de Río, identifica las redes de crimen organizado, paramilitarismo, cobro de piso, tráfico y extorsión que mueven los hilos de la seguridad y la vida pública de Acari a Barra de Tijuca. Hilos que en palabras de muchas y muchos activistas, como era el caso de Marielle, son totalmente manejados por una élite de policías retirados, y ex militares del estado de Río de Janeiro, que crecieron económica y políticamente durante la administración de Jair Bolsonaro.

Marielle desde el 2014 intensificó un modelo de activismo, lucha frontal, y denuncia contra la militarización, el genocidio civil de la población negra, la violación ampliada de derechos humanos en las favelas, las desapariciones, ejecuciones extrajudiciales, criminalización de la pobreza por parte de la Policía Federal de Río, y un esquema híbrido de paramilitarismo que articuló distintas instituciones y actores de la seguridad pública y el sistema de justicia brasileño. En el que participan la policía federal, las fiscalías, congresistas, la elite militar, grupos empresariales, y sicarios de poca monta.  

Es este mismo esquema híbrido de terrorismo de estado y paramilitarismo sobre el que se sostiene la encubierta “oficina del crimen”,antigua instancia de estado a la que se responsabiliza de coordinar, planificar, y ejecutar crímenes de estado, como el homicidio de Marielle Franco y Anderson Gomes.

Es una obviedad decir que el homicidio de Marielle fue un crimen de estado selectivo, perpetrado por el Bolsonarismo, planificado durante más de 3 meses, en el que poca relevancia tienen los autores materiales, frente al sospechosisimo papel de la policía y las fiscalías, que no han hecho otra cosa que encarnizar una lucha burocrática para obstaculizar una investigación que pudo terminar por involucrar a actores claves de la política brasileña

Así como protegerse en las argucias y atajos del derecho positivo desestimando todo cargo bajo la narrativa de “no hay pruebas suficientes” cuando se trata de poner sobre el paredón a agentes del estado. No ha sido suficiente que los detenidos en Barra de Tijuca son ex policías del Estado de Río de Janeiro, ni que el subfusil HK-MP5 en Brasil está restringido a personal de seguridad militar, ni que los casquillos de las balas usadas en el homicidio de Marielle pertenezcan a un lote de municiones de la policía federal. Tampoco parece ser suficiente que uno de los hijos de Bolsonaro haya sido por mucho tiempo pareja de la hija de Ronnie Lessa, señalado como el responsable de disparar el fusil HK-MP5 sobre  Marielle Franco, y Anderson Gomes. Tampoco parece ser suficiente que el residencial en Barra de Tijuca donde fue aprehendido uno de los detenidos auspicia una vivienda de los Bolsonaro. Tampoco parece ser suficiente el que uno de los detenidos haya publicado una foto con Jair Bolsonaro en facebook poco antes de ser “elegido” como presidente. Tampoco el que particularmente la policía de Río haya perdido un lote completo de municiones, o que no haya hasta ahora encontrado ni el arma, ni el automóvil con el que se llevó a cabo el homicidio, e incluso el que se haya identificado por parte de la abogada de Marielle mecanismos del poder público para obstaculizar la investigación.

Lo cierto es que no estamos ni siquiera frente un escenario de negligencia, o indiferencia en términos de impartición de justicia, somos espectadores de una perversidad monstruosa, en la que las omisiones, los encubrimientos del aquella administración bolsonarista no fueron errores sino lenguajes implícitos de intimidación y culpabilidad cínica, que acreditan esa vieja gestualiudad en las formas y en los modos de ejercer el fascismo social.


“Para que nos preguntan por sus desaparecidos, si saben que nosotros los desaparecimos, como también saben que no les podemos decir públicamente que nosotros los desaparecimos, así que les diremos públicamente que los seguiremos buscando, mostrándoles en la cara todas las evidencias que nos señalan como los culpables, no para que nos culpen o nos juzguen sino para que ustedes se sientan intimidados”.


El legado de Marielle es inmenso, es un faro de dignidad contra el racismo institucional, la militarización, el neo malthusionanismo y la criminalización de la pobreza, el sistema carcelario, el abuso policial, el derecho penal brasileño, la desigualdad de renta y la vivienda, la precarización, el hacinamiento, la homofobia, transfobia, la violencia de género, los vectores de opresión, desigualdad y violencia múltiple de las mujeres faveladas, el acoso, la falta de derecho al espacio público, la nulidad de políticas culturales, el racismo sistematico y las construcciones opresivas de ciudadanía.


Marielle nombró el genocidio civil y la criminalización a la que ha estado expuesta la población negra de las periferias y favelas. Brasil tiene una población carcelaria de más de 500.000 presos, la tercera más grande del mundo sólo detrás de Estados Unidos y China, de los cuales se estima que entre un 70 y 80% son jóvenes negro/as, empobrecido/as y periférico/as. Una de las principales causas de muerte de jóvenes negros entre 17 y 30 años es por asesinatos en manos de la policía. El riesgo que enfrenta un joven negro a morir asesinando se dispara 14 veces más que el de un joven blanco en el estado de Paraiba, 9 veces más en el estado de Alagoas, y 5 veces más en el estado de Ceará en el noreste del país. Cifras oficiales arrojan un promedio de 6 muertos al día, poco más de 2.300 al año asesinados a manos de policías, militares y civiles. De esos asesinatos solo entre el 5 y el 8% tienen un acompañamiento legal, el resto quedan totalmente impunes.

Bien decía Benedita Silva acerca de Marielle “Como mujer negra, el asesinato sistemático de jóvenes negros es también una lucha del feminismo negro, una lucha de la mujer negra”. Brasil fue el último país de América en abolir su esclavitud, no es accidental la vigencia tan agresiva de las estructuras de colonialismo interno en el seno de su sociedad. Las condiciones sociales de existencia de la población negra son porcentualmente las más desfavorecidas del cuerpo social, los mayores niveles de desempleo, los índices salariales más bajos, los índices de mortalidad más altos, tasas de analfabetismo considerablemente altas, los índices más bajos en acceso a educación superior, vivienda, salud, participación política etc.


La lucha de Marielle es la lucha genealógica de la sociedad brasileña, la lucha por la desmitificación de la democracia racial, la lucha contrahegemónica contra ese modelo colonial de criminalización de la pobreza, despojó territorial y administración diferencial de la muerte por marcador racial.

Larga Vida Marielle.



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Martin Luther King Jr era un radical, no esterilicemos su legado.

Martin Luther King Jr era un radical, no esterilicemos su legado.

Por: Cornel West

La principal advertencia de Martin Luther King Jr sobre nosotros es de carácter espiritual y moral. El valiente y compasivo ejemplo de King rompe la dominante alma neoliberal de dinero, bombas e inteligencia estratégica. Su gran lucha contra la pobreza, el militarismo, el materialismo y el racismo socava la retórica superficial y la postura pretenciosa de los llamados progresistas, así como el desprecio sincero y los prejuicios deliberados de los auténticos reaccionarios. King no fue ni perfecto ni puro en su testimonio profético, pero ha sido “real”,  en marcado contraste con las apariencias y simulacros impulsados por el mercado que rige nuestros días.
En este breve momento de celebración de la vida y la muerte de King, deberíamos sospechar de los que cantan sus alabanzas pero se niegan a pagar el costo de encarnar la acusación de King contra el imperio, el capitalismo y el racismo de los Estados Unidos que habita sus propias vidas.

51 años después de la muerte de Martin Luther King, estamos buscando a ese alguien que luche por la justicia.

Ya estamos acostumbrados al deprimente espectáculo cada año, cada mes de enero de los "fanáticos" de King que nos dan las versiones sanitizadas y descafeinadas de su vida. Ahora llegamos al 51 aniversario de su asesinato, y una vez más nos encontramos con versiones esterilizadas de su legado. Un hombre radical profundamente odiado y despreciado es reformulado, asimilado como el políticamente “moderado” que todo mundo ama.

Estos revisionistas neoliberales crecen y se desarrollan bien entre su “perspicacia” de espectáculo, entretenimiento  y su visibilidad como líderes de opinión pública. Sin embargo, rara vez, alguna vez, han dicho algo acerca de lo que habría preocupado a King hoy en día, como los invasivos drones estadounidenses, las redadas en casas y los sitios de tortura. Tampoco los hemos visto levantar sus voces sobre la desigualdad rampante, la pobreza o la hegemonía de Wall Street bajo las administraciones neoliberales, sea el presidente blanco o negro.


El asesinato policial de Stephon Clark en Sacramento puede agitarlos, pero a las masacres imperiales en Yemen, Libia o Gaza son profundamente indiferentes. ¿Por qué? Porque muchos de los "fanáticos" de King tienen miedo. Sin embargo, uno de los dichos favoritos de King fue "Prefiero estar muerto a tener miedo". ¿Por qué tienen miedo? Porque temen por sus carreras, puestos, y aceptación por parte del establishment neoliberal. Sin embargo, King alguna vez dijo con molestia: "Lo que estás diciendo puede darte la beca de una fundación, pero nunca te llevará al Reino de la Verdad".

El alma neoliberal condiciona nuestro día a día, rechaza la integridad, la honestidad y el coraje, y premia la corrupción a todos los niveles, la hipocresía y la cobardía. Para tener éxito es vital forjar una imagen descafeinada, no amenazadora, mantener tu imagen corporativa, expandir tu red pecuniaria y mantener una distancia de las críticas de Wall Street, los líderes neoliberales y especialmente la ocupación israelí de las tierras y pueblos palestinos.

Martin Luther King Jr rechazó la popularidad en su búsqueda de la grandeza espiritual y moral, una grandeza medida por lo que estaba dispuesto a renunciar y sacrificar debido a su profundo amor por las personas de la vida cotidiana, especialmente las personas negras vulnerables.

El alma neoliberal no toma riesgos y evade el costo de cualquier testimonio profético, incluso cuando se presente como "progresista".

El asesinato de Martin Luther King Jr. fue el resultado final de la fusión de las perversas elites supremacistas blancas en el gobierno, la cultura de la “ciudadanía estadounidense” y los cobardes profesionales liberales que le temían al movimiento radical de King contra el imperio, el capitalismo y la supremacía blanca.

Si King estuviera vivo hoy, sus palabras se levantarian contra ataques contra las invasiones, ocupaciones, asesinatos policiales, castas en Asia, la opresión en Europa, así como la desigualdad y pobreza rampante que produce la riqueza capitalista, que amenza a la mayoría de los que hoy cantan sus alabanzas. Como acertadamente predijo: "Sin embargo, estoy muy triste ... porque quienes me investigan no me conocen realmente, no conocen ni mi compromiso ni mi vocación".

Si realmente queremos conocer a King en todos sus falibles testimonios proféticos, debemos deshacernos de cualquier perspectiva neoliberal y tomar en serio en nuestras palabras y hechos, sus críticas y resistencias al imperialismo, capitalismo y xenofobia  de los Estados Unidos. No hace falta decir que su condena implacable a la escalada del gobierno neofascista de Trump sería inequívoca, pero no sería visto como una excusa para restar importancia a todo ese proyecto de continuidad,de administraciones represivas de los dos gobiernos de Bush, Clinton y la era Obama.

De hecho, en un momento cuando la pesadilla estadounidense aplastó su sueño, King observó: "No tengo ninguna fe en que los blancos en el poder respondan de la manera correcta ... nos tratarán como lo hicieron con nuestros hermanas y hermanos japoneses en la segunda guerra mundial. Nos tiraran a los campos de concentración. Los Wallaces y los Birchites tomarán el control. Los enfermos y los fascistas serán fortalecidos. Acordonarán el gueto y emitirán pases para que entremos y salgamos ".

Estas palabras pueden sonar como las de Malcolm X, pero son las de Martin Luther King Jr, con una relevancia innegable para los procesos neofascistas de nuestros días.

El último sermón de King se tituló: Por qué América se puede ir al infierno. Su soledad personal y su aislamiento político se hicieron grandes. J Edgar Hoover dijo que era "el hombre más peligroso de Estados Unidos". El presidente Johnson lo llamó "un predicador negro". Los compañeros ministros cristianos, blancos y negros, le cerraron sus púlpitos. Los jóvenes revolucionarios rechazaron y trataron de humillarlo con huelgas, y abucheos. La revista Life, que se hizo eco de la revista Time, del New York Times y del Washington Post (todos los bastiones del establishment liberal), destrozaron la postura antibélica de King, catalogandola como "una calumnia demagógica que sonaba como un guión de Radio Hanoi".


Y el principal periodista negro de la época, Carl Rowan, escribió en el Reader's Digest que la "exagerada valoración de King sobre su propia importancia" y la influencia comunista en su forma de pensar hizo de KIng "persona no grata para Lyndon Johnson", "alienó a muchos de los amigos del negro y armó a los enemigos del negro.”

Uno de los últimos y verdaderos amigos de King, el gran rabino Abraham Joshua Heschel, dijo proféticamente: "Todo el futuro de Estados Unidos dependerá del impacto y la influencia del Dr. King". Cuando King fue asesinado, muchos de nosotros morimos. Las balas absorbieron parte del espíritu libre y democrático del experimento estadounidense. Al día siguiente, más de 100 ciudades y pueblos estadounidenses estaban en llamas: ¡esta vez el fuego había llegado de nuevo!

Hoy, 50 años después, la crisis imperial estadounidense se profundiza. ¡Y el legado radical de King se mantiene principalmente entre los jóvenes que se están despertando y los ciudadanos militantes que eligen ser extremistas de amor, justicia, coraje y libertad, incluso si nuestras posibilidades de ganar son las de una bola de nieve en el infierno! Este tipo de extremismo imparable como el de King es una amenaza para todo el status quo.

Publicado originalmente en The Guardian.

Traducido por Contranarrativas.

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Legado de Fanon frente a las crisis civilizatoria y las descolonizaciones de Fantasía .

Legado de Fanon frente a la crisis civilizatoria y las descolonizaciones de fantasía .

Por Fabián Villegas.

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Recientemente en un ejercicio de reflexión colectiva con 60 personas de 17 diferentes países, nos preguntamos sobre el lugar del pensamiento de Fanon hoy en día. Difícilmente podríamos circunscribirlo a un espacio estático y a una sola narrativa.

Creemos estar presuntamente claros cuál sería el lugar de su pensamiento frente a: los proyectos de reconfiguración geopolítica por las invasiones imperiales del siglo XXI, el relato de las mal llamadas “primaveras árabes” y los think tanks de laboratorio privado. La ola de restauración conservadora y de fascismo social a escala global, los antirracismos de fantasía, el uso discursivo de los nacionalismos Latinoamericanos en el robustecimiento de legislaciones anti migratorias. La instrumentalización política de las narrativas liberales para legitimar el racismo de Estado y las prácticas islamofobicas, los mega proyectos extractivos, los rampantes procesos de concesión territorial y neocolonialismo, la Ongeizacion de los movimientos sociales y la disputa ideológica. Los millones de desplazados, la precarización y la estratificación racial cada vez más agravada  de la división del trabajo, la complejidad de las asimetrías, los tejidos de subimperialismo en su mismo Caribe, y las estructuras de colonialismo interno en el Sur Global, todo esto, absolutamente todo con otro nombre, y bajo otra coyuntura está enmarcado en su cuerpo de trabajo.

Decia Milton Santos que a Fanon había que agradecerle esa cartografía multidimensional sobre la experiencia del Sur, que va de desde la dimensión afectiva, psicopatológica hasta la disputa del poder político para la configuración de un nuevo proyecto civilizatorio.


“Oh cuerpo mío nunca dejes de preguntarme algo”.


Aquella consigna hoy parece una metáfora enmarcada en la lógica de estas nuevas descolonizaciones liberales, discursivas, performativas, sin embargo forma parte de la multidimensiónalidad de la lucha anti colonial, en la que el cuerpo es un espacio en disputa, tal como lo decía su contemporáneo George Lamming “un campo de batalla”, un lugar por renombrar, un marcador contractual con el Estado, que define escalas de asimetría y posicionalidad, entre el norte global y el sur global, entre territorialidades prietas y no prietas, entre blancos y sujetos racializados.

Después de Fanon el uso de la racialidad en las ciencias sociales, dejo de ser ese concepto biologicista del siglo XIX para pasar a ser un concepto enteramente socio-jurídico, para narrar vectores de opresión, desigualdad y violencia múltiple. No hay forma de que narremos la modernidad sin identificar el lugar que juega el marcador racial como uno de los primeros marcadores bajo los cuales el Estado genera relaciones contractuales de ciudadanía. El estado contractualiza con la ciudadanía a través del marcador racial, el marcador racial define posicionalidad, materialidad social, y condiciones sociales de existencia. Bien decía como editorialista del periódico Moudjahid de Túnez, que en el colonialismo “la causa es consecuencia”, se es pobre porque se es prieto, se es prieto porque se es pobre”, axioma que mas adelante el afropesimismo utilizaría para trazar la directrices categóricas de la ontologia colonial.

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El pensamiento de Fanon parece más urgente que nunca, de cara a esta crisis civilizatoria, y este entramado colonial cada dia mas complejo. Ni la colonialidad es exclusivamente el problema íntimo de nuestro presente, ni el colonialismo una metáfora o metarrelato alegórico del pasado. El Siglo XXI ha creado una contemporaneidad deshumanizante entre distintas formas de colonialismo, y distintas formas de colonialidad. Seguimos silentes ante proyectos necropoliticos de invasión colonial en medio oriente, el norte de áfrica, destrucción masiva de ciudades enteras, Aleppo, Damasco, Bagdad, Kabul, Trípoli portadoras de un patrimonio cultural milenario. Colonialismos tradicionales de ocupación como es el caso de Israel sobre Palestina, operados a través de legislaciones, organismos, instituciones, que controlan la libre circulación, condicionan medios de subsistencia, limitan derechos civiles, violan derechos humanos, y coartan acceso a servicios vitales (vivienda, empleo, educación, atención médica)  despojan, precarizan, criminalizan y matan. Colonialismos territoriales que no se dan exclusivamente de un Estado soberano a otro Estado Soberano, donde coadyuvan Estado, empresas transnacionales, interés privado para concesionar territorio, mayormente perteneciente a pueblos originarios, pueblos indígenas y afrodescendientes, para el usufructo extractivo de mega proyectos de minería a cielo abierto, hidroeléctricas, eólicas, tal es el caso de Colombia, México, Guatemala, Brasil, Panama, India, Congo. Acaparamiento masivo del 90% de tierras productivas, instauración de nuevos latifundios como es el caso del cuerno africano y la amazonia. Colonialismos de plantación, donde la población es un instrumento material para el proceso extractivo, y donde su nivel de desarrollo está determinado por su inserción en el mismo proceso extractivo, es el caso de muchos países del Caribe. Colonialismos administrativos como es el doloroso caso de Puerto Rico. Neocolonialismos y sub imperialismos como es el caso del capitalismo buitre alrdedeor de Haiti.

Y en medio de todo eso, el desafío de pensar descolonizaciones antirracistas, proyectos de independencia y construcción de culturas políticas que no incuben imaginarios coloniales, imaginarios racistas, estructuras y lógicas de posicionalidad colonial.

El legado de Fanon nos permitió en Latinoamérica y el Caribe, entender críticamente los proyectos de independencia, la latinoamericanidad criolla, como proyectos de continuidad, en los que el colonialismo de 1492, se refuncionalizo en el las lógicas y estructuras de colonialismo interno de los Estados Nación independientes.

Fanon no fue complaciente con nada ni con nadie, lo mismo fue crítico de la indiferencia de estado sobre los vectores de violencia, desigualdad y opresión multiple derivada de las experiencias “poscoloniales", que crítico sobre sobre las políticas culturales del asimilacionismo, analítico con las políticas del afecto y regímenes de deseo configurados por las relaciones interraciales. Crítico con los procesos de Estado, con los mecanismos organizativos, deliberativos de acción política, inventivo con la construcción de los ecosistemas de descolonización, ético con el sacrificio, con cada relieve de la lucha, vigilante del cuerpo de la opresión, de los traumas intergeneracionales, arquitecto de multiples dispositivos de memoria histórica.

Fanon contagio Martinica, Argelia, Túnez, Ghana, Francia, Estados Unidos, La República del Saharaui, Camerún, Congo, Angola, Egipto, Cuba, Kenya, Vietnam, India, Palestina, México, Guadalupe, Guyana, Colombia, Filipinas, Brasil, Sudáfrica, República Dominicana, Perú, Inglaterra, Jamaica, Guatemala, Puerto Rico, Chad, Venezuela, Haití, Trinidad y Tobago, Bolivia y  cada barrio del mundo entero.

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Hoy en este aniversario luctuoso sobre Fanon vale reflexionar también sobre el nivel de despolitzación, banalización de estas nuevas “descolonizaciones”, discursivas, performativas. Comprometidas deliberadamente o por omisión con las agendas liberales.

Por la salud de los legados anticoloniales no más descolonizaciones desracializadas, y descolonizaciones no antimperialistas, y no contrahegemonicas.


”De pie los condenados de la tierra,

de pie los presos del hambre”.

Fragmento de Nuevo Sermon Negro

de Jaques Roumain.

Larga vida, ayer, hoy y siempre.


¡Quemalo antes de leerlo! Apuntes de un pacto migratorio no leído. Por Matías Bosch

Quemelo antes de leerlo! Apuntes de un pacto migratorio no leído.

Por Matías Bosch

*EL PACTO GLOBAL POR LA MIGRACIÓN*

Entre tanto ruido, le pido un momento para que usted sepa un poco, de verdad, sobre el Pacto Global por la Migración.

¿En qué se basa el Pacto?

Usted primero debe saber que la ONU es una organización de Estados. Es decir, existe por un acuerdo entre los Estados, es su creación, a partir de la II Guerra Mundial, para buscar salidas concertadas y pacíficas a las crisis del mundo. No puede imponer nada, pues sus resoluciones sólo son válidas si son aceptadas por los Estados.

Pero además el Pacto de Migración dice que será "un marco de cooperación no vinculante jurídicamente que se basa en los compromisos acordados por los Estados Miembros ... Su propósito es fomentar la cooperación internacional sobre la migración entre todas las instancias pertinentes, reconociendo que ningún Estado puede abordar la migración en solitario, y respetar la soberanía de los Estados y sus obligaciones en virtud del derecho internacional".

Dice también que "reafirma que los Estados tienen el derecho soberano a determinar su propia política migratoria y la prerrogativa de regular la migración dentro de su jurisdicción, de conformidad con el derecho internacional. Dentro de su jurisdicción soberana, los Estados podrán distinguir entre el estatus migratorio regular e irregular, incluso al decidir con qué medidas legislativas y normativas aplicarán el Pacto Mundial, teniendo en cuenta sus diferentes realidades, políticas y prioridades, y los requisitos para entrar, residir y trabajar en el país, de conformidad con el derecho internacional"

Encima de esto dice que se aplicará dentro de "nuestros propios países y en los planos regional y mundial, teniendo en cuenta las diferentes realidades, capacidades y niveles de desarrollo de cada país y respetando sus políticas y prioridades nacionales".

Después de leer esto, *¿Alguien puede decir seriamente que el Pacto viola la.soberanía del Estado dominicano, que le quita facultades o tan siquiera que lo obliga a algo?*

Y ¿a qué se comprometerían (sin obligación ninguna) los Estados al firmar el pacto?

Veamos algunas cosas muy importantes:

- *EVITAR LAS MIGRACIONES MASIVAS Y DESCONTROLADAS* creando "condiciones políticas, económicas, sociales y ambientales adecuadas para que las personas puedan vivir de manera pacífica, productiva y sostenible en su propio país y cumplir sus aspiraciones personales, a fin de evitar que la desesperación y el deterioro del entorno las obliguen a recurrir a la migración irregular para buscar medios de subsistencia en otro lugar".

- *ASEGURAR QUE LOS MIGRANTES TENGAN DOCUMENTOS DE IDENTIDAD DE SU PAÍS DE ORIGEN* "...proporcionando a todos nuestros nacionales pruebas de su nacionalidad y la documentación pertinente, para que las autoridades nacionales y locales puedan determinar la identidad jurídica de los migrantes a su llegada, durante su estancia y para su regreso, así como garantizar la eficacia de los procedimientos migratorios, la prestación eficiente de servicios y una mejor seguridad pública".

- *QUE LA MIGRACIÓN PARA TRABAJAR SEA ORDENADA, DE ACUERDO A LAS NECESIDADES DEL PAÍS Y PROTEGIENDO A LAS PERSONAS* "...de tal manera que facilite la movilidad laboral y el trabajo decente reflejando la realidad demográfica y del mercado de trabajo, optimice las oportunidades educativas, defienda el derecho a la vida familiar y responda a las necesidades de los migrantes 
que se encuentren en situación de vulnerabilidad" y que haya "correspondencia efectiva entre la oferta y la demanda de aptitudes en la economía nacional procurando que las autoridades locales y otros 
interesados pertinentes, en particular el sector privado y los sindicatos, participen para analizar el mercado de trabajo local, determinar las aptitudes que escasean, definir los perfiles profesionales necesarios y evaluar la eficacia de las políticas de migración 
laboral". Además sancionar y castigar "las violaciones de los derechos humanos y laborales, especialmente en los casos de trabajo forzoso y trabajo infantil, y cooperar con el sector privado, incluidos los empleadores, los contratadores, los subcontratadores y los proveedores, para forjar alianzas que promuevan las condiciones necesarias para el trabajo decente, eviten los abusos y la explotación...".

- *NO DEJAR QUE LOS MIGRANTES MUERAN COMO ESTA PASANDO EN EL MEDITERRÁNEO* cooperando "para salvar vidas y evitar que los migrantes resulten muertos o heridos, realizando operaciones individuales o conjuntas de búsqueda y salvamento y estandarizando la recopilación y el intercambio de información pertinente, para asumir la responsabilidad colectiva de preservar la vida de todos los migrantes de conformidad con el derecho internacional".

- *IMPEDIR Y COMBATIR LA CORRUPCIÓN EN LA MIGRACIÓN* intensificando "los esfuerzos conjuntos por prevenir y combatir el tráfico ilícito de migrantes reforzando la capacidad y aumentando la 
cooperación internacional para prevenir, investigar, enjuiciar y castigar el tráfico ilícito de migrantes con miras a poner fin a la impunidad de las redes de traficantes"..." teniendo en cuenta las necesidades especiales de las mujeres y los menores, y ayudando en particular a los migrantes que hayan sido objeto de tráfico ilícito en circunstancias agravantes, de conformidad con el derecho internacional." Asimismo "prevenir, combatir y erradicar la trata de personas en el contexto de la migración internacional reforzando la capacidad y aumentando la cooperación internacional para investigar, enjuiciar y castigar la trata de personas, desalentando la demanda que fomenta la explotación conducente a la trata, y poniendo fin a la impunidad de las redes de trata. Nos comprometemos además a mejorar la identificación y protección de los migrantes que han sido víctimas de la trata y prestarles más asistencia, teniendo en cuenta especialmente a las mujeres y los menores"

- *MEJORAR LAS FRONTERAS CON EFICIENCIA Y SOBERANÍA NACIONAL* gestionando "nuestras fronteras nacionales de manera coordinada, promoviendo la cooperación bilateral y regional, garantizando la seguridad de los Estados, las comunidades y los migrantes, y facilitando la circulación transfronteriza de personas de manera segura y regular, evitando al mismo tiempo la migración irregular. Nos comprometemos además a aplicar políticas de gestión de las fronteras que respeten la soberanía nacional, el estado de derecho, las obligaciones en virtud del derecho internacional y los derechos humanos de todos los migrantes,"

- *QUE LOS CONSULADOS PROTEJAN A LA GENTE EN EL EXTRANJERO* "con el fin de salvaguardar mejor los derechos e intereses de todos los migrantes en todo momento, y a aprovechar las funciones de las misiones consulares para mejorar la interacción entre los migrantes y las autoridades estatales de los países de origen, tránsito y destino, de conformidad con el derecho internacional"

- *IMPEDIR VIOLENCIA RACISTA Y XENÓFOBA QUE SE DA EN LA ACTUALIDAD* condenando "las expresiones, los actos y las manifestaciones de racismo, discriminación racial, violencia, xenofobia y formas conexas de intolerancia contra todos los 
migrantes, de conformidad con el derecho internacional de los derechos humanos" y "un discurso público abierto y con base empírica sobre la migración y los migrantes que genere una percepción más realista, humana y constructiva a este 
respecto".

Y por último *MEJORAR EL ENVÍO DE REMESAS* "más rápidos, seguros y económicos desarrollando los entornos normativos y reglamentarios propicios que posibilitan la competencia, regulación e innovación en el mercado de las remesas y ofreciendo programas e instrumentos con perspectiva de género que mejoren la inclusión financiera de los migrantes y sus familias".

El Pacto no impide las deportaciones sino que propone un compromiso de "facilitar el regreso en condiciones de seguridad y dignidad y cooperar al respecto, y a garantizar el debido proceso, la evaluación individual y vías de recurso efectivas, respetando la prohibición de la expulsión colectiva y la devolución de los migrantes cuando corran un riesgo verdadero y previsible de morir o sufrir torturas y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes, u otros daños irreparables".

En fin, el Pacto tiene 39 páginas y cualquiera puede leerlo. Luego de hacerlo y compartir con usted este resumen de lo que me pareció más importante, solo me queda decirle:

Considerando que RD tiene una inmigración importante desde la frontera oeste que necesita regular y organizar, provocada sobre todo por la pobreza y la negligencia de aquel lado y el desorden y la corrupción de este lado, y que tiene también una emigración de dominicanos que ya supera los 2 millones en EEUU, Europa y América Latina expuestos hoy al discurso fanático de algunos presidentes racistas y demagogos.... Son emigrantes en su mayoría por razones económicas, que mandan al país casi 7 mil millones de dólares al año y que están super desprotegidos en el.país donde están y por el Estado dominicano.

Así que, salvo que a alguien le convenga más el negocio de hablar de los conflictos y de un muro fronterizo, y mantener a RD en el caos y la ilegalidad sin resolver ningun problema, ¿Cómo alguien puede negar que este Pacto es positivo para los intereses de RD y para el bienestar de los dominicanos migrantes? ¿En qué puede este Pacto afectar al país y por qué hay algunos haciendo tanta bulla para que no se firme?

Uno puede entender que haya propuestas diferentes y mejoras al Pacto, pero rechazarlo es sospechoso. ¿Es que si el problema se.empieza a solucionar hay quienes van a perder aunque el país gane y avance?

Foto por Jim Watson AFP

Foto por Jim Watson AFP

"Rafiki". Cine y disidencia sexual contra legislación colonial.

“Rafiki” Cine y disidencia sexual contra legislación colonial.

Por Fabian Villegas.


Este año entre muchas otras cosas, en el proceso de afinar la vecindad de mi trabajo profesional con la reflexión de nuevas prácticas curatoriales, tuve la oportunidad de cruzarme con un montón proyectos artísticos producidos desde el Sur, con un tremendo músculo contranarrativo al totalitarismo eurocéntrico del escuálido mundo del “arte”.

Uno de esos proyectos fue el trabajo de Wanuri Kahiu y su proyecto Afrobubblegum. Afrobubblegum es un proyecto colaborativo de artistas, narradoras, diseñadores, músicos, gestoras culturales que tienen como premisa disputar una narrativa distinta a la representación catastrófica que Occidente ha construido del continente africano. Donde priman las narrativas coloniales del: primitivismo africano, la pobreza rampante, los conflictos étnico-religiosos, las guerras civiles, el VIH y la pandemias virales, las crisis humanitarias y las inmunodeficiencias, los azotes del calor y el espiritismo identitario.

Afrobubblegum en palabras de Wanuri Kahiu ofrece una representación divertida, frívola, intensa de “Africa”. En donde la afrotopía  reside muchísimo menos en un estadío moral de empoderamiento construido por los buitres del ONGismo y los organismos de cooperación internacional, que en ficciones donde una astronauta de Nairobi viaja desde un embarcadero de pescado a otra galaxia donde encuentra formas de economía sostenible a partir de intercambio de patrones rítmicos

Como resultado de ese laboratorio de Afrobububblegum nacio “Rafiki”, el segundo  largometraje dirigido por Wanuri Kahiu. Rafiki ha sido sin duda la película que más polémica ha generado en toda la historia de Kenia. Rafiki narra la historia de un amor entre dos jóvenes de Nairobi, hijas de dos candidatos políticos, formadas en el contexto del conservadurismo evangélico, en un país en el que por razones coloniales el cristianismo hace jurisprudencia de toda la vida pública.

Desde Abril del 2018, el Consejo de Cinematografía y Clasificación de Kenia prohibio la exhibición de la película en los cines nacionales, bajo el argumento de ser un producto propagandístico de la homosexualidad y la identidad lésbica. Amparado en una legislación que literalmente data del periodo colonial en la que el Estado penaliza hasta con 14 años de prisión toda práctica sexual entre personas del mismo sexo.

A mediados de este año los abogados Wanuri Kahiu y un movimiento amplio de la comunidad LGBTTIQ encabezado por Lorna Dias rechazaron el fallo del consejo, ya que la censura de la película violaba el derecho constitucional a la libertad de expresión y a la libre expresión como artista. Gracias a la presión social y movilización de ciertos sectores la decisión del tribunal fue favorable para los derechos democráticos de la sociedad Keniana y la película recién se estrenó el 22 de Septiembre en todos los cines del país.

La película es una disputa narrativa y de imaginario sobre muchos temas, transversalizados por el género, la raza, la territorialidad, y los determinismos coloniales. Marca pautas, y permite abrir una conversación fundamental  mediante un lenguaje simple, incluso afectivo con el público de Kenia.

Urge Rafiki en las salas de cine de Kenia, como urge en las curadurías de los cines independientes de Latinoamérica y el Caribe, donde parece que la condición narrativa para etiquetar una película como “cine independiente” o “cine de arte” está basada en una suerte de estética de melancolía blanca.

Enhorabuena.  Bienvenida “Rafiki”, y bienvenida la narrativa de Monica Arac.


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La caravana migrante frente al apartheid global.

La caravana migrante frente al apartheid global

Por Osmar Villalobos Cristerna

Es indudable que las migraciones internacionales constituyen uno de los signos diacríticos del mundo globalizado. En los últimos 40 años, más de 200 millones de seres humanos han debido abandonar sus entornos culturales locales y cruzar fronteras estatales de forma no documentada. Miles han muerto en el intento. Y es que, en esta época caracterizada por la masiva movilidad de las personas a escala planetaria, como efecto de la violencia económica anónima del capital, el ascenso del neoconservadurismo, la degradación ambiental y los conflictos armados en zonas ricas en recursos, se observa la multiplicación de técnicas dirigidas al control e inmovilización de población sobrante y excluida. Las fronteras emergen como complejos dispositivos de seguridad que pretenden garantizar el movimiento seguro de mercancías y «ciudadanos de primera»; a la vez que funcionan como grandes zonas de no-derecho para los sujetos empobrecidos y racializados del Sur Global.

Sin importar que transiten desarmados y huyendo de las condiciones creadas por un sistema histórico, las migraciones con dirección Sur-Norte son definidas como amenazas de naturaleza estratégica por las principales sociedades receptoras de migrantes. Desde el lado derecho del espectro político, se construyen y promueven discursos de odio que criminalizan y deshumanizan al sujeto migrante, que invocan el estado de emergencia, que apuntan al fortalecimiento de fronteras y a hacer valer el estado de excepción. Mientras tanto, incluido como excluido, despojado de derechos, el sujeto migrante se ve sometido a condiciones extremas de superexplotación, persecución, reclusión, concentración, deportación y muerte; con la anuencia de amplios sectores de la población envueltos bajo el manto ideológico del nacionalismo. 

Externalización fronteriza

En este apartheid de escala global que se construye[1], el proceso de externalización de las fronteras ha jugado un rol fundamental en el mantenimiento de las asimetrías espaciales y en la restricción del acceso de las poblaciones del Sur a las condiciones de vida privilegiadas de las sociedades del Norte[2]. De forma similar a la deslocalización industrial, y a través de distintos mecanismos de presión, se transfieren competencias y responsabilidades de control a los países expulsores y de tránsito migratorio, produciendo espacios de filtración o zonas tapón ajenos al territorio de los países de destino. Se configuran redes de fronteras interiores que gestionan diferencialmente la movilidad de las personas según su posición en una clasificación, juzgando su valor a partir de marcadores fundamentalmente económicos, raciales y de nacionalidad. Se asiste, en muchos contextos, a la convergencia de la defensa militar del territorio con el control policial de las fronteras, transformando el estatuto de las migraciones en asunto de seguridad nacional, y justificando medidas de discriminación territorial con discursos de lucha contra el crimen organizado transnacional y la defensa de los derechos humanos.

La extensión virtual de las fronteras se observa claramente en las relaciones Europa-África, en donde las costas del Magreb se han configurado como grandes zonas de retención, detención y reclusión para miles de personas desplazadas por la miseria y el despojo neocolonial en África y Medio Oriente. Tiene lugar, también, en las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina; en la medida en que, para decenas de miles de personas que ingresan irregularmente por la frontera sur mexicana buscando instalarse en los Estados Unidos, el territorio mexicano se consolida como una frontera vertical que comienza en el río Suchiate y se extiende miles de kilómetros hacia el norte. Se trata, principalmente, de ciudadanos de los países del Triángulo Norte de Centroamérica, desplazados por las múltiples formas de violencia (económica, política, criminal y feminicida) en las que se desenvuelve su vida cotidiana.

El muro que se construye

Este proceso de externalización de la frontera sur estadounidense puede rastrearse hasta la creación del Instituto Nacional de Migración (INM), en el marco de la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), consolidando con la puesta en marcha del Plan Frontera Sur, en julio de 2014, tras “la crisis de menores no acompañados”. Dicho Plan tiene como objetivo explícito garantizar el respeto a los derechos humanos de los migrantes en tránsito, combinando el discurso de combate al tráfico de drogas y de personas. Componentes medulares del Plan Frontera Sur son las medidas para erradicar el uso del tren carguero como medio de transporte[3], combatir a grupos criminales que lucran con el cuerpo de los migrantes, así como tener mayor control sobre las vías ferroviarias con vigilancia y uso de tecnología.

Durante el primer año de operaciones del Plan Frontera Sur, alrededor de mil agentes migratorios de todo el país fueron trasladados hacia los estados del sur de México para “sellar la frontera” con Guatemala. Se incrementaron los operativos de control, principalmente de los retenes móviles llamados “volantas” en el estado de Chiapas, así como las redadas a hoteles y restaurantes en puntos estratégicos de la ruta migratoria. También, se reanudaron los operativos a lo largo de las vías del tren, los cuales habían cesado a finales de la década anterior, producto de las protestas de defensores de derechos de los migrantes ante las constantes muertes y mutilaciones.

Las detenciones de migrantes tienen lugar a lo largo y ancho del territorio nacional, mientras que los centros de detención para migrantes, con operaciones carcelarias, cubren prácticamente todos los espacios de tránsito. Desde el primer año de operaciones del Plan Frontera Sur, de acuerdo con los registros del INM y The Department of Homeland Security (DHS), la dinámica de deportaciones de centroamericanos desde México y Estados Unidos se invirtió. México pasó de deportar el 26% del total de los eventos de deportación de guatemaltecos, salvadoreños y hondureños desde Estados Unidos en 2014, a deportar un 56% más que los Estados Unidos en 2015. Desde enero de 2015 hasta el momento actual, México registró un total de 436, 125 eventos de expulsión de centroamericanos, mientras que los Estados Unidos registraron 293, 813.

Asimismo, la vigilancia continua sobre el flujo migratorio ha tenido el efecto de desviar las rutas históricas hacia espacios aislados, desconocidos, peligrosos y fuera del alcance de las redes de apoyo. Al intensificarse las restricciones al desplazamiento de los migrantes en tránsito, bajo el pretexto de defender sus derechos y evitar poner en peligro sus vidas abordando un tren no habilitado para pasajeros, aumentaron al mismo tiempo los riesgos de caer en las redes internacionales de trata de personas, el ataque de bandas de asaltantes, las extorsiones por parte de autoridades, las agresiones sexuales, los secuestros, las torturas y los asesinatos.

Esta fatal consecuencia difícilmente pudo ser ignorada por las autoridades encargadas de elaborar los programas y planes de gestión de la migración en México. Menos aun cuando se conocen los resultados de las estrategias de control de la migración por medio de la disuasión en la frontera México-Estados Unidos: al menos 8 mil migrantes muertos, incontables desapariciones y más de 15 millones de detenciones entre 1993 y 2012. Un efecto de la construcción de la frontera-muro desde 1993 y el desvío del flujo de migrantes indocumentados hacia espacios alejados de los centros urbanos.

El lento y silencioso genocidio

La frontera vertical que se ha erigido en México se observa claramente en las miles de detenciones y deportaciones de centroamericanos, pero también en el lento y silencioso genocidio que ocurre en los espacios de tránsito. De acuerdo con las cifras del Movimiento Migrante Mesoamericano, al menos 24 mil migrantes han muerto entre 2006 y 2015 durante su tránsito por México; mientras que el número de desaparecidos se estima entre los 70 mil y los 120 mil.

La tarde del 24 de agosto de 2010 fueron encontrados en San Fernando, Tamaulipas, los cadáveres de 72 migrantes sin documentos que viajaban con destino a los Estados Unidos. Se trasladaban desde Veracruz cuando fueron interceptados y secuestrados por sicarios de Los Zetas. Dirigidos a una casa de seguridad, fueron ejecutados al no aceptar ser reclutados por esta organización criminal fundada por desertores de los grupos de élite del ejército mexicano. En 2011, también en el municipio de San Fernando, se encontraron 47 fosas con otras 193 personas, presumiblemente migrantes nacionales y centroamericanos asesinados en masa. En 2012, en Cadereyta, Nuevo León, fueron hallados los torsos de 49 personas migrantes a las que se mutiló cabeza y extremidades, junto a una manta a través de la cual Los Zetas se atribuían la masacre. Se trata, por su brutalidad, por su obcecada voluntad de crear sentido, de los tres casos con mayor repercusión mediática. No obstante, estos acontecimientos de violencia masiva y muerte, lejos de ser una excepcionalidad, constituyen un elemento central en la gubernamentalidad migratoria en México.

En un estudio elaborado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) que data de 2009, se señala que, en un período de seis meses entre los años 2008 y 2009, se registraron 198 casos de secuestro masivo de migrantes centroamericanos. Es decir, un total de 9 mil 758 víctimas. En otro informe especial sobre secuestros de migrantes, la misma CNDH señalaba que en el año 2010 fueron 11, 333 los migrantes secuestrados en México. De acuerdo con estimaciones elaboradas por Cordero y Figueroa, la industria del secuestro de migrantes genera cada año entre 20 y 60 millones de dólares para las organizaciones criminales.

Se presume que muchos de los migrantes que desaparecen en México, y cuyos cuerpos no son encontrados, van a parar al mercado de órganos. Este es un negocio mucho más rentable que el del secuestro. Mientras que el mayor rescate por un migrante secuestrado ha sido de 10 mil dólares, por un solo órgano se llegan a pagar más de 150 mil. Los compradores de los órganos extraídos de los cuerpos empobrecidos y racializados del Sur son principalmente estadounidenses ricos que se trasladan hasta los hospitales clandestinos ubicados en las ciudades de la frontera norte de México.

Asimismo, el 70% de las mujeres centroamericanas que ingresan a México buscando llegar a los Estados Unidos han sido abusadas sexualmente al menos una vez. Se las secuestra para la explotación sexual en bares y cantinas de la frontera sur, o para venderlas como objetos sexuales desechables a camioneros. De acuerdo con una investigación realizada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, el 98% de las mujeres explotadas sexualmente en la frontera sur mexicana son centroamericanas. Tapachula, Chiapas, es considerada la tercera región del mundo en cuanto a prostitución, y el rango de edad de las mujeres centroamericanas víctimas de trata oscila entre los 10 y los 35 años.

Está ampliamente documentado que la captura y traslado de los migrantes a casas de seguridad son apoyados, en muchos casos, por agentes del INM. La complicidad implica desde la tramitación de documentos apócrifos del INM, hasta la simulación de controles migratorios en los que aseguran a los migrantes y los conducen, en los vehículos oficiales, hacia las casas de seguridad administradas por Los Zetas. A cambio, los agentes migratorios reciben un pago que se suma a su salario como empleados del Estado.

En el contexto mexicano, los medios de vigilancia y coerción sobre los flujos migratorios no son monopolio de un aparato estatal bien definido. Actores sociales especializados en la producción de la violencia han establecido sus propios dispositivos de seguridad en los espacios por los que transitan los migrantes, como expresión de una disputa -o negociación- por el control poblacional y territorial que persigue fines lucrativos. Como sugiere Amarela Varela[4], el gobierno de la migración en tránsito por México es una mezcla de formas de gubernamentalidad biopolítica con dispositivos necropolíticos que pretenden gobernar los flujos migratorios no documentados desde la premisa de que se trata de vidas desechables y radicalmente sustituibles.

La caravana migrante

El 13 de octubre, desde Honduras, una oleada de por lo menos 7 mil personas comenzó una larga travesía hacia los Estados Unidos. Una semana después, el 19 de octubre, la llamada caravana migrante llegó a la frontera sur mexicana, cimbrando la realidad de quienes desconocen -o se resisten a reconocer- las fuerzas económicas, políticas y sociales que conducen cada año a decenas de miles de personas de Guatemala, El Salvador y Honduras a abandonar sus lugares de origen e ingresar al territorio mexicano de forma irregular.

La actual etapa de la migración centroamericana hacia Estados Unidos, que comienza a inicios de la década de 1990, se explica fundamentalmente a partir de los procesos de restructuración productiva y de reorganización del dominio del capital a escala global. Son un efecto inherente del traslado de fases de trabajo intensivo hacia países en desventaja tecnológica que ofrecen abundantes materias primas y mano de obra barata para ser competitivos internacionalmente. Esta integración al nuevo orden económico en condiciones de subordinación y dependencia ha proletarizado aceleradamente a las comunidades rurales y ha acentuado las desigualdades estructurales entre países ricos y pobres.

En la nueva división internacional del trabajo, impulsada desde la década de 1970 para hacer frente a la crisis mundial de acumulación, la región centroamericana se ha especializado en la exportación de mano de obra barata y en la recepción de remesas, configurando, a su vez, al territorio mexicano como el principal corredor migratorio del mundo. Las nuevas formas de trabajo flexible y desregulado han condenado a amplios sectores de la población a la pobreza y la exclusión, creando las condiciones para expulsar a millones de personas dispuestas a trabajar extensas jornadas por salarios bajos en los centros de acumulación. En 2015, alrededor de 3,5 millones de centroamericanos residían en los Estados Unidos, representando un 8% del total de inmigrantes. El dinero enviado a familiares que permanecen en sus países de origen es, cada vez más, el punto sobre el que se sostiene la economía hondureña, salvadoreña y guatemalteca. Situación que, en definitiva, condiciona la disposición de los gobiernos de fortalecer el gasto social para buscar evitar el éxodo centroamericano.

En 2013, el porcentaje de personas en situación de pobreza en el conjunto de países centroamericanos ascendía al 43%, mientras que un 20% de la población se encontraba en condiciones de pobreza extrema. Guatemala, Honduras y Nicaragua se ubicaban entre los cinco países más pobres del continente. En Guatemala y Nicaragua, en 2014, el salario mínimo lograba cubrir, respectivamente, solo el 83% y 57% del costo de la canasta básica en contextos urbanos. Por su parte, en Honduras y El Salvador, después de cubrir el gasto alimentario, restaban únicamente 9.39 y 52.87 dólares para solventar necesidades como salud, educación y vivienda[5]. La situación está lejos de mejorar y miles de personas están siendo expulsadas por esta violencia económica anónima. Buscan acceder a empleos que permitan mejorar sus condiciones de vida, siendo la agroindustria y la construcción los sectores económicos que acaparan su fuerza de trabajo en los Estados Unidos y México.

No es casualidad, por otra parte, que hasta el momento se registren 1,743 solicitudes de refugio por parte de integrantes de la caravana migrante. Y es que Centroamérica cuenta con una de las mayores tasas de homicidios y feminicidios en el mundo. Solo en la capital hondureña, se asesina a 142 personas por cada 100 mil habitantes. Miles huyen cada año para escapar de la extorsión, la coacción, el reclutamiento forzado, los feminicidios y los asesinatos por parte de las maras; que son organizaciones criminales transnacionales formadas por pandilleros deportados desde Estados Unidos, y que hoy juegan un papel estratégico en el trasiego de narcóticos hacia ese país. La situación se ha agravado particularmente en Honduras, con la violencia política desencadenada tras el golpe de Estado de 2009 (con injerencia estadounidense, como señala Hillary Clinton en Hard choices), la militarización de la seguridad pública y los fraudes electorales de 2013 y 2017.

De los entre 200 mil y 400 mil centroamericanos que entran anualmente a México, alrededor del 25% son mujeres. Huyen de la superexplotación en la industria maquiladora y de la violencia machista en sus barrios y hogares. Buscan fugarse de la violencia sexual ejercida por familiares, vecinos y parejas. El aspecto más brutal del continuum de expresiones de violencia hacia las mujeres centroamericanas es la violencia feminicida. Las tasas de asesinatos de mujeres en El Salvador, Guatemala y Honduras rebasan las 10 muertes violentas por cada 100,000 mujeres. Entre 2003 y 2012 se registraron más de 12 mil casos de feminicidio. Migrar es una afirmación de sí mismas como personas que merecen una vida digna, y no apenas sobrevivir.

La caravana migrante se realiza desde hace 8 años. 8 años evidenciando las injusticias y contradicciones insalvables de un proyecto civilizatorio que hace crecer la miseria y el hambre de millones de seres humanos en proporción directa de la acumulación de capital. 8 años exigiendo a los Estados Unidos que se responsabilicen de los resultados de un largo historial de intervenciones en la región; primero para combatir al comunismo, viendo con buenos ojos las masacres de población civil durante los ochenta, en su mayoría de los pueblos mayas Ixil, Quiché, Chuj y K’anjobal, yahora con golpes de Estado para favorecer a las democracias liberales.

Estas caravanas se organizan bajo la lógica de que solo la colectividad permite protegerse de las miles de detenciones y deportaciones de personas forzosamente desplazadas que ocurren en el muro virtual que es México; así como del lento y silencioso genocidio que ocurre en los espacios de tránsito migratorio. Otras caravanas se organizan en busca de pistas sobre el paradero de familiares que han desaparecido en su tránsito por México. Sirven, además, para presionar a los gobiernos respecto a los fatales resultados del fortalecimiento de los controles de frontera y de un abordaje securitario que hace abstracción de la complejidad de un fenómeno social como la migración.

A diferencia de años anteriores, esta caravana es más numerosa y ha logrado mayor cobertura mediática. En buena medida, gracias a la continua referencia a la urgencia, a la construcción discursiva de los migrantes como amenazas y a la presión sobre los gobiernos de los países implicados. Los mecanismos de presión puestos en marcha involucran amenazas de reducción de la ayuda al desarrollo, cancelación de acuerdos comerciales y cierre y militarización de fronteras. Todos ellos constantes en los procesos de externalización fronteriza. No son casualidad, en este sentido, las imágenes de policías hondureños y mexicanos buscando taponar el flujo de las miles de personas que han salido desde San Pedro Sula.

La presidencia estadounidense no claudicará en sus esfuerzos de utilizar a la caravana migrante como táctica electoral ante la posibilidad de perder la mayoría en el Congreso tras las elecciones intermedias, que significarán un primer referéndum para Trump. Al colocar a la caravana migrante en el estatus de “emergencia nacional”, señalando que se han inmiscuido en ella criminales y terroristas, se ha pretendido seducir al electorado más reaccionario. Perder el control sobre el Congreso Federal implicaría dificultar aún más la concreción de promesas de campaña que llevaron a Trump a colocarse al frente del ejecutivo. Promesas tales como el amurallamiento de la frontera con México, la anulación de reformas en materia migratoria y la expulsión masiva de migrantes ilegalizados. En este escenario está en juego, también, continuar con la externalización fronteriza y la configuración formal de México como tercer país seguro.

Pero las fronteras, en todo caso, se disputan. Son complejos procesos a la vez geográficos, legales, institucionales y socioculturales que las definen formal e informalmente, y que dividen a las poblaciones material y simbólicamente. Estas definiciones son un campo de lucha permanente. Habrá que escapar, en este sentido, a pensar en la existencia del Otro como un atentado contra nuestras vidas. Romper con las ficciones de lo nacional y con los discursos que pretenden deshumanizar y criminalizar a los desplazados forzadamente, para ejercer una solidaridad radical de cara al apartheid global que se construye. Pensar en cómo establecer alianzas políticas entre los distintos pueblos del Sur para construir una globalización y una política internacional desde abajo, erigida desde todos aquellos que han sido sometidos y excluidos por la globalización desde arriba. En lo inmediato, como sugieren quienes conforman el Movimiento Migrante Mesoamericano, habrá que acompañar y abrazar a esta caravana con nuestros propios cuerpos y recursos, caminar con ellos y abrir las puertas de nuestros barrios.


[1] Sobre el apartheid global, ver G. Kohler, Global apartheid, Alternatives, 1978; S. Amin, ¿Globalización o apartheid global?, Archivos del presente: Revista latinoamericana de temas internacionales, 2001.

[2] Sobre la externalización de los controles de frontera, ver G. Campesi, Migraciones, seguridad y confines en la teoría social contemporánea, Revista Crítica Penal y Poder, 2012; S. Gil, Deslocalizar los muros de Europa. Los países de origen y tránsito de inmigrantes en el control migratorio de la Unión Europea, Revista Temas de Antropología y Migración, 2011; L. GabrielliLa inmigración “informal” en las relaciones entre Europa y África Subsahariana, 2010A. VarelaLa "securitización" de la gubernamentalidad migratoria mediante la "externalización" de las fronteras estadounidenses a Mesoamérica, Contemporánea, 2015.

 

[3] El tren es el principal medio de transporte para el estrato de migrantes en tránsito que ha ingresado a México de forma irregular y que no cuenta con los medios económicos necesarios para viajar a través de una red de coyotaje.

[4] A. Varela, Las masacres de migrantes en San Fernando y Cadereyta: dos ejemplos de gubernamentalidad necropolítica, Íconos. Revista de Ciencias Sociales, 2017.

[5] Datos de 2014, con base en las estimaciones elaboradas por el Observatorio por el Derecho Humano a la Alimentación en Centroamérica: http://www.odhac.org/ 


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Dictacracia: El Brasil que queda, Pablo Gentili.

Dictacracia: El Brasil que queda.

Por Pablo Gentili.

Un presidente defensor de la tortura, xenófobo, racista y homofóbico. Un parlamento dominado por la derecha y la ultraderecha, con amplia mayoría de legisladores que defienden la deforestación de la región amazónica, el agronegocio, el armamentismo y el comercio neopentecostal de la fe.

Brasil, un país que pretende reinventar su frágil democracia, tutelada nuevamente por las fuerzas militares y por las oligárquicas que gobernaron el país a lo largo de su historia. ¿Dictacracia?

Se inicia un nuevo ciclo. Brasil se enfrentaba al precipicio de la barbarie. Podría haber dado un salto para reconstruir su futuro democrático. Decidió zambullirse, hundirse en las sombras. Entender qué ha pasado nos llevará mucho tiempo.

Cualquier reflexión sobre lo que vendrá deberá sustentarse en el Brasil que queda. O en lo que queda de Brasil.

Es la primera vez en la historia que gana un presidente que no cuenta con el voto mayoritario de la población en situación de pobreza o de pobreza extrema, el 50% de la nación

El inventario de bravuconadas racistas, xenófobas, machistas, violentas y humillantes de Bolsonaro, ha sido divulgado hasta el hartazgo. Ningún elector del nuevo presidente votó por un candidato que desconocía. Su apología de la tortura, de la dictadura y, particularmente, su programa de gobierno explícitamente antipopular, parecieron menos relevantes que el riesgo de que ganara el candidato del PT, Fernando Haddad. Más del 55% de la población eligió el candidato del odio, el que representaba una supuesta renovación, cuyas principales banderas significan, dramáticamente, el regreso al pasado de siempre, al Brasil colonial y excluyente, al Brasil de las oligarquías que multiplican sus privilegios a expensas del sufrimiento y de la miseria del pueblo.

Los únicos que parecen haberlo percibido son los electores y, especialmente, las electoras más pobres del país, las que ganan menos de dos salarios mínimos; o sea, menos de 1.908 reales, 520 dólares. Es la primera vez en la historia que gana un presidente que no cuenta con el voto mayoritario de la población en situación de pobreza o de pobreza extrema, el 50% de la nación. En todos los demás sectores sociales, en las castas en que se organiza este gigante marcado por la desigualdad y la violencia, ganó Bolsonaro.

En casi todos los 26 estados que componen la unión, triunfaron la derecha o la extrema derecha. En algunos de ellos, llegaron al gobierno regional militares: un fusilero naval, un comandante y un coronel. Casi 1.000 candidatos de las fuerzas públicas de seguridad, activos o retirados, algunas de ellas mujeres, se presentaron a cargos electivos. Al menos 72 han sido elegidos diputados. La bancada de los militares y policías supera a la de la organización política con mayor representación en el Congreso Nacional, el Partido de los Trabajadores, con 56 legisladores. El mayor Olimpio Gomes, un deslucido diputado provincial, fue elegido senador nacional por el estado de San Pablo con más de 9 millones de votos. Kátia Sastre, una desconocida policía militar, que hace unos días mató de varios tiros a un joven que robaba un celular frente a una escuela, llegó al Congreso Nacional con el apoyo de 264.013 ciudadanos. La policía, ahora diputada, usó en su campaña las imágenes de las cámaras de seguridad donde le disparaba al ladrón y lo remataba en el piso. Fue impedida por la justicia electoral de hacerlo. La prohibición le rindió más votos.

Bolsonaro sostuvo que la matanza de delincuentes (o de los que parezcan serlo) será considerado una acción en legítima defensa. También sostuvo que los movimientos sociales serán considerados terroristas y sus activistas criminalizados como tales.

La elección de 2018 supuso la mayor renovación de representantes en tres décadas de democracia. Sin embargo, el poder del parlamento se distribuye no sólo en función de los partidos, sino de los intereses corporativos que defienden los diputados y senadores

 El congreso brasileño está compuesto por 513 diputados y 81 senadores, distribuidos en 30 partidos. La elección de 2018 supuso la mayor renovación de representantes en tres décadas de democracia. Sin embargo, el poder del parlamento se distribuye no sólo en función de los partidos, sino de los intereses corporativos que defienden los diputados y senadores. Tres son las bancadas interpartidarias mayoritarias. Lo eran en el pasado y lo seguirán siendo ahora, con un congreso que eligió también el mayor número de legisladores de extrema derecha de toda su historia.

La bancada que defiende el agronegocio, el Frente Parlamentario Agropecuario, posee más de 260 representantes. Respaldan la deforestación del Amazonas, el uso de agrotóxicos, viven y se benefician del trabajo esclavo y son, en muchos casos, latitudinarios, en el país con mayor concentración de la propiedad de la tierra en el planeta.

La "Bancada de la Bala", formada por militares, policías o defensores de la violencia represiva del Estado, lucha activamente contra el Estatuto del Desarmamento, aprobado durante el gobierno de Lula. Sostienen que la población civil debe tener derecho a portar armas y a utilizarlas en legítima defensa. Está constituida por 250 diputados y senadores.

Los legisladores evangélicos, la "Bancada de la Biblia", serán más de 100. Luchan contra el aborto legal, la igualdad de género, la diversidad sexual, el casamiento entre personas del mismo sexo y exigen la educación religiosa en las escuelas públicas.

Las tres bancadas tendrán 610 representantes, en un Congreso Nacional con 594 miembros. Naturalmente, esto se explica porque algunos diputados o senadores pertenecen, al mismo tiempo, a las bancadas del agronegocio, son evangélicos y militares.

La sigla de Jair Messias Bolsonaro, el Partido Social Liberal, tenía hasta la última elección, 8 diputados. A partir del año que viene será la segunda del Congreso, con 52 legisladores. Tendrá, además, tres gobernadores. No tenía ninguno.

El desconsuelo de una votante de Fernando Haddad al conocer la victoria de Jair Bolsonaro. NELSON ANTOINE AP

Bolsonaro, en su discurso inaugural, no dijo nada sustantivo. Rezó y sostuvo que "la verdad liberará el país". Además, afirmó que solo hará negocios bilaterales con los países que beneficien los intereses económicos de Brasil y le aporten tecnología. Que acabará con la integración ideológica del pasado.

Este es el Brasil que refunda una democracia débil, tutelada por los dictadores y por las oligarquías de siempre. Esto es, en definitiva, lo que queda de Brasil.

Texto publicado originalmente en www.aporrea.org

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Cerrar Filas: Brasil frente a la élite militar y el fascismo social.

Cerrar Filas: Brasil frente a la élite militar y el fascismo social.

Por Fabian Villegas.

Uno de los momentos emblemáticos del debate presidencial de Globo del pasado 4 octubre, fue la intervención del candidato del PSOL, Guilherme Boulos, quien, en un ejercicio anecdótico sobre una charla mantenida con su suegro, invito a los más de 200 millones de brasileños a tener memoria histórica, a hacer un voto de conciencia sobre las tropelías del pasado moderno que lego la dictadura militar en Brasil.

“Es un momento grave”. Desde hace unos meses nos encontramos en una campaña marcada por el odio. Hace 30 años que este país salió de una dictadura. Mucha gente murió, mucha gente fue torturada. Existen madres que no pudieron enterrar a sus hijos. Hace ya 30 años, pero creo que nunca habíamos estado tan cerca de volver a esa pesadilla. Si hoy estamos discutiendo el futuro de Brasil es porque la gente derramó sangre para eso. Cuando nací Brasil estaba en una dictadura. No quiero que mis hijas crezcan en una dictadura. La gente tiene que dar un grito, basta: ¡dictadura nunca más!"

Ese mensaje en el contexto de las elecciones presidenciales en Brasil era un llamado a cerrar filas y a oponerse frontalmente al conservadurismo recalcitrante, la ola agresiva de ultra derechización y el fascismo social que representa el proyecto político del candidato del PSL, Jair Bolsonaro, quien lidera las encuestas.

Jair Bolsonaro es un ex militar, del ala más radical de la ultra derecha brasileña, de formación política de la dictadura militar, que se ha posicionado abiertamente en favor de la militarización, el uso de la tortura en tareas de seguridad e inteligencia, se ha opuesto frontalmente a las cuotas de igualdad racial, posee la intención de “armar” campesinos, que no es otra cosa que generar estrategias de paramilitarismo para combatir al MST (Movimiento de los sin tierra) al que considera una cáncer de la sociedad rural brasileña. Ha condenado públicamente la homosexualidad y se ha posicionado en contra de derechos políticos de la mujer, en contra del matrimonio igualitario, y reconocimiento a derechos políticos y civiles de la comunidad LGBT.

A un día de haberse celebrado la jornada electoral y con cerca del 99% escrutado el escenario para la población más grande de Latinoamérica resulta desesperanzador.

La normativa electoral brasileña acredita que al no haber llegado ningún candidato al 50% de los votos, sea disputara una segunda vuelta el próximo 28 de octubre.

Con una ventaja del 18%, (Bolsonaro 46%), sobre el candidato del PT (Fernando Haddad 28%), la posibilidad de que la elite militar proveniente de la época de la dictadura tome las riendas del país y regrese a la vida publica parece inminente. Esos 33 años, desde 1985 para ser más precisos, que ha gozado Brasil de vida democrática parece que este 28 de octubre podrían llegar a su fin, a menos que se logre consolidar un bloque de oposición que verdaderamente capitalice fuerza y unidad electoral.

No es tiempo de reprocharle al lulismo la lentitud con la que construyó su relevo político, ni señalarle los costos de candidatear a un hombre abiertamente de centro, distanciado de los movimientos de base, que hace más guiño con el mercado que con el PTismo tradicional.

La estrategia antes de estar fallida estuvo impedida.

No hay tiempo de mucho, es momento de cerrar filas, que a la vuelta de la esquina están la regresión a las páginas más lúgubres de la historia de Brasil.

Larga vida a Marielle Franco.

 

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Gentrificación, racismo y despojo sobre la comunidad Otomí en la Colonia Juarez.

Gentrificación, racismo estructural y despojo (sobre el desalojo violento que sufrió la comunidad Otomí de la Colonia Juárez)

 

Justo a un año del sismo de 7,1 grados que sacudió México y que dejó cientos de comunidades damnificadas en el centro del país, el gobierno de la Ciudad de México ordenó el desalojo de una comunidad Otomí ubicada en el número 18 de la calle Roma en la Colonia Juárez, dicha ejecución de desalojo se dio bajo los parámetros más violentos y ominosos que pudiera existir, llegaron cientos de granaderos a golpear, herir, detener e intimidar a decenas de habitantes del predio y a varios periodistas de medios libres que cubrían la nota. La comunidad Otomí de la colonia Juárez tiene años ocupando ese predio (Que tuvo afectaciones por el sismo y cuyas denuncias el gobierno hizo caso omiso) donde alberga a más de 60 familias, mismas que hoy se han quedado sin nada y con varias personas detenidas y heridas. La comunidad Otomí es perteneciente al Congreso Nacional Indígena (CNI) y desarrolla proyectos y formas de vida comunales dentro de este monstruo del despojo que se ha convertido la ciudad de México.

 

No es la primera vez que el gobierno de la Ciudad de México realiza este tipo de operativos, recordemos que en los últimos años han despojado y tratado de desmantelar todas las formas de organización comunitaria que persisten entre los márgenes de la ciudad, esto con el fin de blanquear el espacio público y darle continuidad al proyecto de muerte y aniquilamiento al que venimos resistiendo desde hace más de 500 años.

 

Y es que no es casualidad que los proyectos de despojo hayan ido aumentando en los últimos años en todo el mundo, como tampoco es casualidad que las agraviadas principales seamos las comunidades y personas racializadas. Aquí mismo en la Ciudad de México el gobierno en turno (en complicidad desde las delegaciones con el próximo) emprendió un proyecto de gentrificación que nos ha ido violentando de múltiples formas, básicamente consiste en despojar con lujo de violencia y detenciones arbitrarias a la gente de su territorio, encarecer la vivienda, empujar a las y los habitantes más a la periferia y ocupar esos espacios con grandes desarrollos inmobiliarios, centros comerciales y oficinas donde ahora los nuevos habitantes son la población blanca de clase media alta y alta.

 

Y puede ser hoy la comunidad Otomí de la colonia Juárez, o ayer el Chanti Ollin desalojado hace un par de años, o la comunidad de los pedregales de Coyoacán resistiendo ante las inmobiliarias y en defensa del agua, o los cientos de vendedores y vendedoras ambulantes que resistimos diariamente a la persecución y la represión, pero todas y todos estamos frente a la misma forma de despojo que es la gentrificación.

 

Solidaridad total con la comunidad Otomí de la colonia Juárez.

 

Filosoflow (Colectivo PalabrAndando)

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