Decía la autora jamaiquina Sylvia Wynter que el Caribe es el prefacio de América, el caribe siempre fue pensado como un no lugar, en términos narrativos y ontológicos. Su condición histórica de desposesión, siempre ha estado asociada material y emocionalmente al itinerario marítimo.
El mar más que una barrera es una metáfora de unificación, una forma de existir dentro de una dimensión relacional.
Eso que el poeta barbadense Kamau Brathwaite llamó “Tidalectics”, (conversaciones de la marea) esas líneas de conexión derivadas de la vida y los ecosistemas históricos alrededor de la superficie del océano. Que transitaban entre la dimensión relacional entre puentes de sonido, memorias coloniales, rutas marítimas que conectan colonia con colonia, colonia con metrópolis, traumas coloniales intergeneracionales, oralidades, estéticas y temporalidades fluctuantes.
Frente al vaciamiento de la historia o la imposición colonial de entender el Caribe como un lugar en blanco, sujeto a llenarse por el metarrelato de la modernidad, el primer espacio de certidumbre para la memoria afrodiaspórica fue el océano.
A principios del 2000 Kamau Brathwaite relato anecdóticamente la construcción de un centro comercial / desarrollo turístico sobre un enorme viejo lote baldío en el centro de Georgetown, que a su vez había sido construido a principios del Siglo XX para tapar (literalmente) un enorme cementerio sobre el que habían sido enterrados miles de personas que fueron esclavizadas en Barbados durante la administración colonial británica. Kamau decía que tenía la costumbre por años de ir a ese lote baldío y tomar una fotografía, la construcción de ese centro comercial trastorno ese espacio de recuperación de memoria histórica. Leer el paisaje del Caribe implica reconciliar la memoria con el borramiento, la memoria con el silenciamiento, la memoria con los enterramientos escalonados uno sobre otro de múltiples ecosistemas culturales.
A propósito de la reflexión sobre el Caribe, los entramados coloniales, los espacios de memoria, y la diversidad epistémica de sus ecosistemas culturales conversamos con la artista visual dominicana Julianny Ariza Vólquez, quien recientemente presentó Atesoro, una instalación que parte de una investigación sobre la memoria material en República Dominicana, en la que problematiza los patrones sociales, los paradigmas coloniales-patriarcales que se inscriben a través de lo visual en los mobiliarios, espacios museísticos y objetos del espacio doméstico.
C/N - Julianny, en el relato nacional de la “dominicanidad” qué papel desempeñan los objetos domésticos / museísticos como dispositivos de memoria histórica, sistemas de transmisión de conocimiento, e instalación de narrativas coloniales?
J - El relato nacional de la “dominicanidad”, es algo que hemos puesto de relieve, mediante mecanismos de resistencia, reescrituras, luchas por la visibilidad de otras experiencias epistémicas, puesto que crecimos con relatos hispanófilos que omiten hechos, personajes, prácticas e incluso materialidades de los grupos originarios y afrodiaspóricos. El relato de la dominicanidad es un relato fundamentalmente excluyente. Adquirimos conocimiento a través de lo visual, aquello que observamos, y más aún de aquello que nos acompaña en nuestros espacios más cercanos. Los objetos son contenedores de historias, idiosincrasia, símbolos y estéticas culturales que codifican construcciones sociales en torno a lo racial, la clase e ideologías de género. Son evidencias de la transculturación y el sincretismo, refuerzan la internalización y la permanencia de narrativas coloniales, condicionan la manera en cómo nos narramos e identificamos. Al recopilar objetos en espacios domésticos, y en particular en espacios museísticos, se crea un discurso alrededor de estos. Hay una selección de artefactos a ser coleccionados y exhibidos que generalmente responde a un imaginario colonial.
C/N - A través de Atesoro apuestas a una resignificación en el orden de ciertas simbologías como un ejercicio de recuperación de la memoria histórica. ¿Cómo pensar desde la práctica artística / visual un sentido de sincretismo cultural en el contexto dominicano que rompa con la invisibilidad, silenciamiento, borramiento del ecosistema cultural afrodiaspórico y taino?
J - Por medio de ejercicios de recuperación y resignificación, que articulan un cuestionamiento, descodificación y re-aprendizaje de las lógicas educativas con las que hemos crecido. Hemos adquirido conocimiento por medio de un sistema hegemónico, de silenciamiento y borramiento, desmantelar eso de nuestra memoria, a nuestras edades maduras es un proceso, pues como dice Sergio Mosquera: “los colonizados andamos con una memoria prestada, con la memoria del otro, y cuando queremos hacer el ejercicio de encontrar nuestra propia memoria, nos negamos a aceptarla”.
Hacer ejercicios visuales con un sentido de contribución a otras maneras de expresión, como es la escritura, desde la cual una se apoya para identificar el rol fundamental que han tenido para crear, recuperar, interpretar y visibilizar otros relatos. Por otro lado, las instituciones, haciéndose eco de esto, ya que son plataformas de legitimación, y lo que se legitima se inserta en los avances y la transformación de las normativas culturales y educativas. El sincretismo cultural es un resultado también de la resiliencia y resistencia de nuestros antepasados, en medio del despojo, la dominación colonial, y la imposición del cristianismo y de su configuración de una nueva materialidad. Por tal razón entiendo la validez de una coexistencia visual.
C/N - Un aspecto fundamental en las prácticas de recuperación de memoria histórica vía objetos materiales, radica en romper con los regímenes de temporalidad y espacialidad colonial que los discursos oficiales, estatales, y los relatos coloniales le han otorgado a los objetos. En este ejercicio de resignificación como romper con las representaciones coloniales del “pasado estático taino”, “presente afrodescendiente”, sujeto a superar” y el futuro occidentalocentrado signo de la modernidad y la contemporaneidad que se le imponen a la memoria material?
J - Todo ese sentido de inferiorización que se da se refleja en los objetos, su manufactura y modos de presentación, es el caso de los conocidos biscuits - con los que empecé mis reflexiones- que acumulaban nuestras madres, padres y abuelas en vitrinas, a los cuales le otorgaban un sentido de suma protección. Esto lo veo como una metáfora de sofisticación y modernización, cómo la entendemos desde lo occidentalocentrado y el deseo de blanquearnos desde nuestros espacios domésticos hasta la esfera pública. Crecí en Santo Domingo sin presencia de la materialidad taína ni afrodiaspórica. No está presente en la calle, ni en los códigos con que se ha urbanizado. Está en los museos locales, como algo aislado a nuestra cotidianidad alrededor de la idea de que es el residuo de lo que “desapareció”. Mucho de ello, además “pertenece” a colecciones de naciones hegemónicas y, de otro modo, sus recreaciones están en los gift shop como producto dirigido al consumo turistico.
Entonces rompemos con ello, al juntarnos a compartir reflexiones desde lo visual, la escritura, la oralidad, los ejercicios personales y progresivos de encontrarnos con el origen, la empatía, la identificación, puesta en valor de prácticas ancestrales y del patrimonio material e inmaterial africano que convive y permea hoy con nosotres. Recuperarlo e insertarlo en todo lo que determina vincularnos –o no– con ello, desde los modos de generar conocimiento, las políticas culturales, un cercano intercambio con Haití y el resto del Caribe.
C/N - Como podríamos pensar en espacios “museo” alternativos bajo una dimensión inherentemente comunitaria que sean forjadores de memoria histórica, patrimonio, e imaginación cultural?
J - Como espacio abierto, empático a todos los estratos sociales, de transformación, de circulación y acercamiento comunitario. Itinerante y mediador de las luchas de los sectores culturales. Espacios de legitimación para productores de conocimiento anticolonial y antirracista, de unión con plataformas de gestión cultural alternativas e independientes. Como productor de pensamiento crítico, espacio de convergencia regional, recolector de experiencias no escritas, que cuestione colectivamente la narrativa que construye su colección. Un museo también rural, que se cuestione a sí mismo qué significa su existencia para las comunidades racializadas y que active la conversación sobre cómo reparar la manera de vernos y acercarnos. Con un patrimonio accesible a ser un insumo para las prácticas de investigación, escritura, creación artística, metodologías de enseñanza y aprendizaje. Donde sea fundamental entender el museo no como un privilegio, ni un exclusivo paseo escolar, ni un sentir aislado a nuestra cotidianidad, ni un patrimonio dependiente de una deficiente institucionalidad estatal, dependiente de una edificación cerrada por una eterna remodelación como es el caso en Santo Domingo, del Museo de Arte Moderno y el Museo del Hombre que tienen casi cuatro años cerrados, como el Museo de Historia y Geografía cerrado desde el 2007, ¡hace más de diez años!
RUMORES: Epistemologías Racializadas Y Saberes Anticoloniales
Enlace De Descarga / Libro Completo:
https://drive.google.com/file/d/113xdZUovI2jsNIP5P7rFmG3ZiSJtFDLD/view?usp=sharing