COYUNTURA

Racismo Ambiental; Archivos del aire, la memoria y el territorio.

Racismo Ambiental; Archivos del aire, la memoria y el territorio.


Fabian Villegas

Fotografía por Adonai Beristain


El paisaje siempre ha sido un espacio pedagógico para pensar cartografías, construcciones ideológicas, miradas coloniales, relatos espaciales y regímenes de representación. 

Toda territorialidad está inscrita arbitrariamente en una temporalidad colonial, el desafío está  en rastrear, cartografiar a través de la imagen las múltiples temporalidades, genealogías, ecologías que articula un territorio, que fueron silenciadas, violentadas bajo el modelo civilizatorio de la modernidad y la geología colonial. (1)

Fotografía por EFE


No me gusta el significado del origen, prefiero pensar siempre en el origen como una ficción, tal como lo inscriben los futurismos amazónicos (2) o la memoria marginal del cimarronaje en el Caribe; “Nuestra historia en la modernidad empezó a reescribirse en las montañas". (3)  En alusión histórica a los primeros territorios, espacialidades, cartografías, rutas que fueron conquistadas como libres, independientes, soberanas, fuera del ecosistema y régimen colonial. Desde el Palenque de San Basilio (Colombia), hasta Yanga en Veracruz (México), desde el Quilombo de Palmares (Brasil) hasta Moore Town (Jamaica), las montañas como espacios cartográficos jugaron un papel determinante en los procesos de fugitividad, clandestinidad, imaginación política pero sobre todo en la construcción de formas anticoloniales de vida, organización comunitaria, ancestralidad y formas de habitar y relacionarse con la tierra fuera del sistema colonial en todo el Sur Global. 

En la montaña se organizó, se imaginó la libertad. La montaña reinventó la cartografía de los territorios, auspició espacios de refugio frente a la necropolítica de la modernidad. No es casualidad que el proceso revolucionario, anticolonial, antirracista, emancipatorio y popular más importante de la modernidad, que dio forma a la revolución haitiana, decidiera nombrar su territorio libre bajo el nombre indígena taíno de “Ayti” (Tierra de los montañas)

Fotografía por Tamara Arboleda

Malcolm Ferdinard en su tesis “Ecologías decoloniales”, (4) infiere una pregunta interesante al respecto, ¿Que implicaría en un ejercicio de memoria histórica y recuperación de otras genealogías y sistemas de ancestralidad abandonar conceptualmente la categoría mediterránea de “tierra”? Considerando que su acepción histórica siempre ha estado sostenida de una racionalidad antropocéntrica, colonial, extractiva, basada en el despojo, la violencia, expoliación, y explotación de ecosistemas, territorialidades, espacialidades que no pertenecían a las gramáticas de “humanidad’ del mundo Occidentalocentrico. 

La tierra no se conceptualizo, ni se habito, ni se practicó de la misma forma en el mundo meditarreno que en los enclaves extractivos mineros de Brazzaville, o en los epicentros de los “desequilibrios hídricos en Marrakech”. La explotación de la tierra (privada) a través de la economía de la plantación en Jamaica y Haití, estímulo los procesos de industrialización en el Norte, financio museos en Reino Unido, financió la construcción de ciudades enteras en Francia (Toulouse), edifico monumentos, despojo de su tierra a comunidades enteras en  África Occidental para ser forzadxs a trabajar en las industrias azucareras y endulzar los tes de Francia. Sobre ese falso universalismo abstracto, que simula el antropoceno y la historia “patrilineal” de la geología colonial, seguimos encubriendo las tropelías, latrocinios, y violencias sobre la tierra, sobre este lado de la tierra. 

Quizá esto nos podría sonar a una ingenuidad o un metarrelato, sin embargo los modelos de gestión medioambiental, racionalidad y habitabilidad de la tierra en la contemporaneidad refuncionalizan las históricas asimetrías y desigualdades coloniales entre Nortes globales, y Sures globales, centros y periferias, espacios de la “contemporaneidad” y espacios residuales, modernidades y territorios basurizables. Sobre esa asimetría cartográfica, sobre esas “zonas de excepción”  se configuraron territorialidades sujetas a la explotación colonial, espacialidades residuales, desechables, “zonas de sacrificio” que sufragan las actividades contaminantes y tóxicas de la “ciudad y el mundo contemporáneo”. 

De los modelos extractivos del Siglo XV que funcionaron como dispositivos de la expansión territorial del colonialismo a los modelos contemporáneos de despojo y concesión territorial en Latinoamérica, Caribe, Asia, África Occidental. De las economías extractivas de la plantación en el Caribe, a la toxicidad, y las políticas de vertedero, ecocidas vertidas durante todo el siglo XX en Latinoamérica y el Caribe. (Costa Rica, Brasil, Puerto Rico, Congo, Camerún, República Dominicana, México, Haití, Colombia, Martinica etc). De la necropolítica del medio ambiente como mecanismo de contención migratoria en la gestión fronteriza, (Desierto de Sonora, Mar mediterraneo, Tapon de Darien, Canal de la Mona) a la contaminación del aire en espacios urbanos racializados, de los modelos de gentrificación y urbanismo racista, a las construcciones de ciudadanía, y subjetividad basadas en las políticas de despojo y blanqueamiento. Del derecho a la ciudad como práctica espacial a las disputas culturales y estrategias de resistencia frente a las formas de injusticia espacial y colonialismo territorial. 

No vayamos más lejos, el Valle del Mezquital en México podría ser un ejemplo distópico de racismo sistémico articulado a las políticas del drenaje. Incluso los sistemas de drenaje están racializados. No solo hay discriminación racial en las politicas ambientales, el medio ambiente como categorización espacial, temporal, territorial, existencial, forma parte del entramado colonial y de la racionalidad antropocentrica de la modernidad. El medio ambiente y la tierra no son categorías neutrales, naturales, están estrechamente vinculadas al modelo civilizatorio de la modernidad. 

Habitar la tierra comprende un conjunto de interrelaciones entre seres humanos y no humanos con ecosistemas, temporalidades, geografías emocionales, sistemas jurídicos, cartografías políticas y existenciales, construcciones de ciudadanía, economías y modelos extractivos que están transversalizados por el entramado colonial.

Fotografía por AP

Si bien existe toda una tradición de pensamiento crítico en la ecología política, está prescinde en muchos de los casos de un enfoque crítico que articule medio ambiente y legados coloniales, territorio y entramado colonial, urbanismo y racialidad. La narración hegemónica del Norte Global expresada en cierto tipo de conservacionismo ecológico propaga la creencia de que los “daños medioambientales son compartidos universalmente en virtud de los efectos globales generados por el fracaso en conservar los recursos naturales”. No identifica el impacto diferencial en el riesgo medioambiental por marcadores etnoraciales, geográficos, territoriales, espaciales, de género, clase, desigualdad en la vivienda, movilidad,  y otro tipo de posicionalidades como un distintivo de la injusticia medioambiental, racismo medioambiental e injusticia espacial. Tal como menciona metafóricamente el antropólogo Hongkonés Timothy K Choy,  "las atmósferas no se igualan, y respirar juntos [...] rara vez significa respirar lo mismo". (5)

En virtud de esa desigualdad y violencia histórica es vital resemantizar la comprensión de la “crisis medioambiental” desde una lectura anticolonial que ponga de relieve el carácter extractivo, antropocéntrico y colonial de la noción de “recurso natural”. En el momento en el que inscribimos territorialidades bajo la narrativa del “recurso natural” automáticamente las inscribimos en un modelo de gestión territorial, administración jurídica del espacio bajo la tutela y la potestad estatal. No importa cuántos de estos espacios y territorialidades hayan estado sujetas históricamente a forma de tenencia colectiva, comunitaria y comunal

Toda noción jurídica de recurso natural en la construcción del estado nación, ha respondido  a un modelo histórico de despojo territorial, a una economía política extractiva, a una estructura de colonialismo interno, incluso a una perspectiva totalmente epistemicída, colonial y racista en relación a los modelos de organización comunitaria, ancestralidad, territorialidad, comunalidad de los pueblos originarios en relación al territorio, al espacio, a la tierra y al medio ambiente. 

Que significa en términos reparativos, restaurativos, redistributivos para los pueblos originarios y comunidades racializadas reducir los vectores de violencia, opresión y desigualdad múltiple que representa el colonialismo medioambiental, a la simple narrativa de “riesgo medioambiental, impacto medioambiental, crisis climatológica''. 

¿Cuántos epistemicidios encubren, soslayan las narrativas de la simple “sostenibilidad ambiental”?

Tal como lo suscriben el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, (6) las tensiones globalmente por el territorio no son exclusivamente políticas, coyunturales, sino que son históricas, espirituales, epistémicas, inter-temporales, coloniales, representan la disputa del modelo civilizatorio.

Todo proyecto de la modernidad ha sido un proyecto cartográfico, sostenido sobre modelos de ordenamiento territorial y distribución espacial desigual, bajo esa premisa abrimos una provocación, ¿De qué manera la imagen nos permite imaginar y construir colectivamente otras cartografías?, una cartografía de las ausencias, de ecosistemas que han sido borrados, invisibilizados, silenciados en los regímenes de narración de la modernidad.

Una cartografía que permita funcionar como dispositivo de activación de memoria histórica, que permita reconocer ecosistemas culturales (otros), imaginar arquitecturas alternativas, construcciones de ciudadanía disidentes, formas de moverse y habitar el territorio distintas, alter modernidades, disputar espacios de justicia espacial, justicia territorial, y anti monumentalidad.

Cierro con una anécdota, en el marco de la inauguración del Museo de Birzeit en Palestina, (7) se generaron bastantes discusiones en torno a cómo iba existir el museo  (como espacio de memoria y patrimonio)  en relación a la nulidad, ausencia de un universo de derechos territoriales en el contexto palestino. Un adulto mayor perteneciente a uno de los consejos barriales de la ciudad, en una actividad pública en relación al museo, se levantó pidió la palabra y sacó una llave de su bolsillo, dijo: “Este es nuestro patrimonio, (la llave, no la casa, porque la casa ya no existe) la ausencia es nuestro objeto, esa es la relación que nos han obligado tener con el territorio, una relación metafórica, nos toca defender nuestra condición metafórica.

Fotografía por Dawitt L Petros




Publicado originalmente en el catálogo del Festival Internacional de Fotografía de México del Centro de la imagen, Septiembre 2022.

 


1  Ecosistermas Coloniales; Racismo medioambiental, extractivismo y gentrificación.

Seminario XIX, Contranarrativas 2021

2  Ailton Krenak, ideias para adiar o fim do mundo,  Companhia das Letras 2019

3  Cimarronaje: Formas de resistencia y organización comunitaria de las poblaciones esclavizadas en la construcción de sociedades libres, fuera de las administraciones coloniales.

4  Ferdinard Malcolm,  Decolonial Ecology: Thinking from the Caribbean World, Editorial Polity 2022

5  Timothy Choy, Ecologies of Comparison. 2011. Durham: Duke University Press. 2011

6     https://www.naiz.eus/eu/hemeroteca/7k/editions/7k_2016-03-13-06-00/hemeroteca_articles/totonicapan-el-poder-politico-de-un-bosque

https://thefunambulist.net/magazine/06-object-politics/museum-will-without-objects-karim-kattan

8  Christina Sharpe, In the Wake: On Blackness and Being , Chapter: The Weather, Duke University Press Books 2016

9  Jessie Cox; Isaac Jean-François, Aesthetics of (Black) breathing, 2022