COYUNTURA

Es el sistema de justicia un modelo de criminalización racial?

Marcadores Raciales en las Lógicas Policiales

Por Stephany Espinosa

En los últimos días la cobertura y narrativa mediatica en redes sociales y medios tradicionales ha explotado con las protestas en todo el territorio de los  Estados Unidos, a partir del asesinato de George Floyd, un hombre negro asesinado a manos de la policía. Las redes se han convertido en el espacio desde donde por un lado expresar la rabia, el hartazgo, el dolor de un suceso traumatico entre miles más que ocurren cotidiana y recurrententemente en el  contexto de USA en el cual se evidenciían la relación endemica entre institución policial y cuerpos negros. Por otro lado, también se ha prestado la situación para que una vez más salgan a relucir narrativas totalmente descontextualizadas, de ceguera selectiva, y también de fetichización del dolor ajeno; tenemos quienes siguen negando del racismo como eje rector de estas muertes sistemáticas y siguen comiéndose el cuento de que la policía es necesaria para la “seguridad contra el crimen” y por otro lado quiénes lo ven como un caso aislado, como si el racismo operara únicamente a través de estas prácticas de violencia física o tuviéramos que esperar a una muerte para hablar - tal vez un poco - de racismo o como si en nuestro contexto latinoamericano no existieran también  lógicas policiales igual de perversas y asesinas y racistas. 

Fotografía AFP

Fotografía AFP

Leer cosas como “qué bueno que no vivo en USA”, “esos gringos malvados”, reproducir una y otra vez el vídeo donde los policías asesinan a George Floyd, da cuenta de cuánto les gusta alimentar el fetiche pornográfico de la miseria y pensarlas como realidades totalmente ajenas; sentarse en esa comodidad ontológica de “que bueno que aquí no es así” cuando evidentemente si no vives en un ghetto, una favela, en un barrio precarizado, con problemas de infraestructura, de acceso al agua, con problemas de basura, con pésima atención o nula presencia de centros de salud, con hipervigilancia policíaca, donde la policía llega a allanarte la casa a las 6am, tiran la puerta, te sacan a empujones, te arremeten contra la pared delante de tus hijxs, te inventan una acusación, te fabrican un delito, te disparan si te ven “sospechoso” (porque sabemos que sospechoso es eufemismo de sujeto racializado), por supuesto que da la impresión que acá eso no pasa, solo en películas o pues bien en territorios fantasiosos de gringos blancos malévolos. La relación policía y cuerpos racializados debemos desterritorializarla de un hecho específico y extrapolar cuál es su función a nivel sistemático/estructural. Globalizar la criminalización de los cuerpos racializados y entenderlo como una de tantos entramados de la colonialidad. 



Las instituciones policíacas como protección de la blanquitud 

La tarea es pensar la función de la policía como institución que protege la blanquitud, que está conformada exclusivamente para seguir las lógicas de tortura, persecución, hostigamiento, brutalidad y muerte desde la esclavitud hasta nuestros días. Las narrativas del mestizaje en nuestros contextos latinoamericanos intentan maquillar que muchas de las prácticas racistas por parte de la policía no se deben al cuerpo racializado, ya que se pretenden son cosas superadas, se sostiene discursos de una lectura del cuerpo homogénea, donde incluso se llega a asociar la latinidad como sinónimo de racialidad pero en la práctica cotidiana sabemos que sí hay una lectura específica de los cuerpos aprehendidos bajo estas lógicas policiales y que el desprecio a lo “latino” es en realidad el desprecio a los cuerpos no-blancos; la blanquitud en latinoamerica le encanta apropiar el papel de racializado por estar ubicados geográficamente aquí pero no les gusta problematizar que se benefician de ese lugar corporal hegemónico el cual la policía no tiene que asociar con delincuencia. El ejercicio es entender la blanquitud y su supremacía como un sistema de poder y posición social que beneficia lo blanco y no tanto como un lugar geográfico específico, entender esto es derrumbar la idea de que casos de abusos policiales como los que ocurren en Estados Unidos, son asuntos que solo ocurren “allá por ser un país imperial lleno de gente blanca”, la cual ha tenido una historia bastante perturbadora y sádica con la población negra y racializada de forma amplia. Focalicemos nuestros cuerpos prietos como el espacio geográfico en común, entendamos entonces la policía como el comodín para salvaguardar los intereses económicos y políticos de la blanquitud, si de seguridad se habla, es en beneficio de mantener ese orden histórico colonial que se construyó sobre los otros no blancos. 

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Basta con observar cómo se entiende el espacio público, quiénes han sido asesinados y cooptados por la policía terminan casi siempre por ser en una situación donde se defendía la vida y la dignidad, solo con el hecho de habitar ciertos espacios que alteren un poco el orden colonial; podemos dar ejemplos, en los ghettos de Panamá es común que las personas se tomen las veredas para poner música, vender comida, jugar, bailar, y demás actividades propias de la comunidad, la policía tiene estos mecanismos punitivos de prohibición de actividades y toques de queda nocturnos para que nadie esté por ahí, incluso si tu casa está a orillas de calle y estás sentdx solamente charlando, esto crea la sensación de hipervigilancia y de desconfianza que termina por enfrentamientos con la policía constantemente, un – dime que te digo – porque la gente pelea sus espacios y el derecho a habitarlos, y si de por sí en tus propios espacios de construcción comunitarias hay medidas de sanción, pensemos lo que es salir de tu entorno y verte expuesto en otros espacios con dinámicas totalmente estériles del territorio, higienización de la conducta y casi cero posibilidad de supervivencia; ese círculo de marginalización del cuerpo y las experiencias racializadas son parte de las lógicas policiales, que ya no solo se reducen a policía, sino a las prácticas punitivas generalizadas en cada esfera de lo social. 

La constante señalización y dinámicas de inferiorización tienen una repercusión enorme en la salud mental, que no están dispuestos a entender desde ahí; se habla mucho de personas en “alto riesgo social”, “con problemas de conducta”, “delincuente” pero poco se cuestiona que produce eso ni mucho menos se replantean ese conjunto de clasificaciones. En ese sentido, las lógicas policiales,  para proteger y mantener intacta aquella humanidad construida por y para la blanquitud, ese epítome de lo cívico, lo normal, lo deseable, lo respetable, lo bueno. 

Lucha contra el “crimen” 

Si el racismo se pretende superado y se esconde bajo narrativas y practicas que solucionan todo con representación en el auge de las políticas liberales de los derechos humanos de todas, todos y todes,  donde ya está mal visto gritar en voz alta aquellos comentarios desafortunados que se piensan solo podían ocurrir hace 50-100 años atrás. Qué necesitan ahora las instituciones coloniales como los sistemas de “justicia” y policíacos para justificar sus prácticas? Necesitan construir y sostener los discursos de la criminalidad. Cuando se habla de criminalidad, ¿Cuál es la primera imagen que aparece en los medios, cuáles son las descripciones físicas de las personas que detienen por cometer lo que llaman un “acto criminal”?, ¿Qué es el crimen?

La construcción de la criminalidad no es de ahora, bien sabemos que fue parte esencial en el dominio de la población negra post esclavitud, construir alrededor de sus cuerpos una serie de relatos racistas como atribuirle vagancia, el “robar” para comer; cualquier acto que estuviera por fuera del orden histórico que su cuerpo “debía acatar” era considerado como un acto criminal y hasta exagerar, agrandar, y hacer del cuerpo negro una figura de potencial peligro, y de ejemplo podemos ver la construcción del hombre negro como violador (ver “El mito del violador negro” en Angela Davis), la criminalización de la sexualidad de las mujeres negras y de color, atribuirle pecado, vulgaridad, monstruosidad a sus cuerpos, la narrativa de asociarle sexualidad exótica y restarle capacidad intelectual entre muchas otras narrativas, las vemos vigentes, y que forman parte de lo que se entiende como criminalidad. Ahora bien, el acto criminal también está bien pensado para hacer funcionar un sistema colonial; cuando se cuestiona el “crimen” no se hace ignorando que existen prácticas incluso dentro de nuestras experiencias prietas que son problemáticas y que tienen un efecto violento en nuestras vidas, se cuestiona el crimen como categoría construida sobre nuestros cuerpos y como categoría que existe solo en la medida que existe una estructura desigual que orilla a sobrevivir bajo las ilegalidades (categoría también construida sobre la exclusión) y las nulas posibilidades de una vida digna. El crimen es entonces el comodín para justificar las aprehensiones a través de parámetros de legalidad y ciudadanía; si pensamos la construcción de ciudadanía y por consiguiente su bastón: las legalidades, entendemos que son  construidas para un tipo específico de gente y que todo lo que no acate ese mandato, estará condenado a vivir en el margen de lo criminal. Pero aquí esta la trampa, la retórica de “entonces no hagas cosas criminales, no seas un delincuente y ya” como solución, tiene varias problemáticas y es que no es tanto el acto sino el cuerpo y lo segundo, hay experiencias antagónicas a esos mandatos de ciudadanía y legalidad que no entran ahí ni aunque quieran porque son totalmente contrapuestas a sus cuerpo y jamás pensadas para tomarles en cuenta. En ese sentido, se vuelve un bucle donde toda forma de supervivencia en este entramado colonial/racista es jugártela en contra de sus postulados de ciudadanía y legalidades, por lo tanto tu único lugar de existencia es habitar la criminalidad. En ese sentido, la criminalidad se usa casi siempre como sinónimo de cuerpos racializados, la forma en la que se entiende los espacios de gente racializada su música, su forma de hablar, sus prácticas cotidianas están siempre ligadas a la delincuencia. 

Cárcel y Racialidad 

El encarcelamiento es una práctica totalmente aprobada y que se piensa esencial y necesaria para combatir el “crimen”. La solución por excelencia de los que dicen mantener el “orden”, pero la cárcel como menciona Angela Davis en “Son obsoletas las prisiones” es la continuación del sistema de esclavitud ahora “reformada” y sostenida por instituciones que construyeron y apelaron a los encarcelamientos masivos como negocio. 

Foto por Paul Coll

Foto por Paul Coll

Su función es ser depósito donde arrojar a las personas racializadas y empobrecidas, privarles no sólo de libertad sino que están ahí para recordarte cuál es tu lugar en el mundo y quitarte cualquier opción de derecho de una manera legalizada y permisible. Existen algunas ideas en el imaginario social de que la cárcel es necesaria y que en ella están las personas “malas” que “algo habrán hecho para estar allí”, narrado desde una superioridad moral por no ser tú el que estás en esa situación porque eres un buen ciudadano, tan bueno como el pan. Y es curioso porque desde donde lo mires, siempre encuentran la manera de justificar su existencia y que es la única vía posible para contrarrestar los problemas sociales, pero nunca se piensa la cárcel como un problema en sí bastante grave; no se sale de la retórica de “mano dura”, de las prácticas punitivas, todo horizonte de remediar lo que es provocado por este mismo sistema, se pretenden resolver con punitivismo absoluto. 

La cárcel no es un espacio aislado de otras instituciones que hacen permisible su existencia y que dependen de la demanda de personas racializadas encerradas para mantener su monopolio económico, político y social. Todo funciona en pro de encerrar personas prietas porque fue pensado con ese fin; la abolición de la esclavitud no ha significado nunca la abolición de las condiciones deshumanizantes de vida ni de la persecución, por lo tanto reivindicar la cárcel es respaldar el racismo sistemático, no existe tal cosa como la “reinserción social” solo es un eufemismo para no pensar horizontes políticos de reparación que no pasen por su lógica carcelaria. 

Con todo lo acontecido en el contexto de pandemia global a raíz del Covid-19 se ha intensificado de manera alarmante los casos de represión policial; represiones a protestas por falta de atención de salud, protestas por falta de atención alimentaria, protestas por falta de seguridad y derechos laborales, represión por incumplir cuarentena, todo atravesado por un marcador racial evidente, donde todos los discursos de protección de la salud, de hacer cuarentena, se reducen a una responsabilidad individual que si se incumple por cualquier motivo, ya sea por ejemplo que tienes que seguir buscando el pan, se asocia a tu incapacidad de ser un buen ciudadano sin matizar en absoluto quienes pueden darse el lugar de quedarse en casa con plenos derechos y  servicios básicos asegurados mientras afuera hay una gran fuerza laboral prieta sosteniendo todo, corriendo el riesgo de enfermarse y a su vez lidiando con encarcelamientos por el único pecado; no morirse de hambre. 

Encarcelar en contexto de pandemia es una sentencia de muerte, si en sus discursos de “distanciamiento social” está no tener tanta cercanía con otras personas, qué pasa en los lugares de encierro como las cárceles donde no hay distanciamiento que valga porque es partir del hacinamiento la única manera de convivir? 

Tengo una relación cercana con alguien que en estos momentos está detenido en Panamá injustamente por un caso fabricado en su contra, que me comentó sobre la situación dentro de la cárcel; “Hay 123 casos de covid-19 en el pabellón en el que estoy y lo único que han hecho es tenerlos retenidos en una clínica que no se da abasto, no nos han dado un kit de salud ni medidas preventivas de nada; nos tratan como basura, nos dicen que no les pidamos favores, no los miremos, ni le dirijamos la palabra, que ellos no son nuestros amigos, nos allanan las celdas y nos quitan nuestra comida, nos rompen nuestras pertenencias, nos decomisan los celulares para no tener llamadas, la comida es pésima, no alimenta ni siquiera a un niño, nos castigan saliendo en calzoncillos al patio, boca abajo y nos golpean o tiran agua sucia”. 

Foto pot Stephany Espinosa

Foto pot Stephany Espinosa

Carcel en Panama ANONIMO.

Carcel en Panama ANONIMO.