LA BRIZNA
¿Puedes tirar esto? ¡Tal vez deberías contratar más personal negro!
¿De dónde eres de verdad? No estarás ocupado, ¿verdad? ¡Hoy te ves muy étnico!
¿Dónde está la sección afroamericana? ¿Puedes bajar la música?
Rápidorápidorápido, ¡déjame ver esos ojos, hermosa! Si fueras mía
nunca te dejaría salir de casa. Pareciera que fui a África a conseguirte,
¿es ese tu pelo? Quiero decir, tu pelo real, “culo negro”.
Tus encías son negras, ¡eres negro! ¡Apestas! ¡Necesitas una permanente!
No quise ser
racista.
Pero
Tú estás lleno de cicatrices, yo soy el que sangra
Vas a destrozar todo lo que diga
Has dicho lo siento sólo dos veces
Nos pusimos de acuerdo tácitamente
Entonces mátame
LA ESPALDA DEL CAMELLO
Cuando has nacido en el río de otro, en un barco maldito, todo es
cuesta abajo desde ahí. ¡Ja! Solo bromeaba. Te diría para qué no tengo tiempo
pero no tengo tiempo. Ponte al día. Pregunta eso. Jefe. Halo.
Yo desafío al Apocalipsis. Extiendo mis plumas. Adorno mi cuello. ¡Boom!
como un 808. Uno en un millón. No quiero exfoliantes. No sabes mi nombre
Todo lo que digo es un hechizo. Tengo veinticinco. Tengo noventa. Tengo diez.
Soy un carbón sin luna. Un amante agrio. Dientes ocultos bajo el terciopelo.
Estoy aquí y tus ojos son afortunados. Estoy aquí y tu futuro afortunado. ¡Ja! Dios me dijo que te dijera que soy bonita. ¡Ja! Mi piel a la manera de Midas toca los edificios por los que paso. ¡Ja! Cada día que estoy viva el pronóstico meteorológico dice: Oro. Lo sé. Lo sé. Debería dejarles en paz, a la tierra salada le gusta permanecer salada. Pero aquí va el espejo, incitando mi espíritu. Por qué no puedo volver. O. Las razones por las que sucedió. Nombre como un carro de fuego. Bebé, es real. La cara blanca asomando por la cortina. Mula y Dios. Estoy cansada de mi propio hedor. Soy Mala. Cavo tumbas cuando río.
—Angel Nafis, Gravity basado en The Kitchen Table Series de Carrie Mae Weems
Uno no puede decir con certeza cuál es la brizna que rompe la espalda del camello y que conduce a la depresión y/o al suicidio. En demasiados casos, especialmente cuando se trata de racismo anti-negro y anti-POC [2], antisemitismo, xenofobia y otras formas de odio, la primera brizna suele estar directamente relacionada con la última. La primera brizna es una semilla que se planta y que inicia un violento proceso de destrucción. Una vez plantada esta semilla, resulta extremadamente difícil arrancarla de raíz. Esa primera brizna golpea demasiado a menudo como un martillo, y la magnitud de ese golpe se extiende hasta el momento en que se rompe la espalda del camello. Es un espectro de caídas interconectadas, como de dominó, una violenta fuerza de gravedad más fuerte que la atracción gravitatoria que le lleva a uno hacia una madriguera de conejo, una pendiente demasiado resbaladiza que no diferencia la primera de la última brizna.
Estar en el mundo siendo negro / Ser negro en el mundo [3]
Vivir como persona negra, POC o persona racializada en una sociedad mayoritariamente blanca supone enfrentarse casi a diario a diversas formas de racismo o discriminación relacionadas con la alteridad que se proyecta sobre uno. Como señala indirectamente la poeta Angel Nafis, estos racismos tienen diferentes formas y tamaños, diferentes ritmos y tonos. Puede que no sean intencionados, pero tienen el mismo impacto. Aparecen en la forma condescendiente en que la gente te habla, en la forma en que se cuestionan tus decisiones en el trabajo, sólo porque eres negro, en la forma en que se cuestiona tu nacionalidad y, por tanto, tu pertenencia cuando te atreves a afirmar que eres de un país occidental. Vienen cuando te imponen constantemente estereotipos culturales; como negro, debes ser bueno bailando o jugando al baloncesto. Aparecen cuando la gente hace comentarios sobre tu ropa o tu pelo, cuando incluso te tocan el pelo. Llegan cuando se hacen “bromas” sobre las palmas de tus manos o las plantas de tus pies. El racismo es omnipresente en las sociedades mayoritariamente blancas, no solo como vulgar condición cotidiana, sino también como fenómeno institucionalizado, en nuestras infraestructuras políticas, órganos administrativos, instituciones de orden público, escuelas y universidades, archivos y museos.
Esa primera brizna, como la última, es especialmente demoledora por lo irracional y absurdo del racismo. En realidad no se trata de ti, ni de lo que puedes o no puedes hacer, ni de los conocimientos que tienes o no tienes. No se trata de tu procedencia ni de tu aspecto físico, a pesar de que te hagan creer que se trata de eso. Se trata más bien de la condición psicológica de la persona y de la sociedad que ejerce el racismo sobre ti. Se trata de que esa persona y su sociedad proyectan y exteriorizan su propia psicosis en ti. Lamentablemente, esta externalización tiene éxito con demasiada frecuencia, y el racismo se convierte en el problema de la víctima del racismo en lugar del autor del racismo.
En su texto fundamental de 1963, The Fire Next Time, James Baldwin lo desglosa de la siguiente manera:
Naciste donde naciste y te enfrentaste al futuro que te enfrentaste porque eras negro y por ninguna otra razón. Se esperaba, por tanto, que los límites de tu ambición estuvieran fijados para siempre. Naciste en una sociedad que te decía con brutal claridad, y de todas las maneras posibles, que eras un ser humano despreciable. No se esperaba que aspiraras a la excelencia: se esperaba que hicieras las paces con la mediocridad.
Es esta violenta proyección psicológica que pretende deshumanizar a los demás imponiéndoles constantemente una sensación de inutilidad, un sentimiento de mediocridad, estupidez y fealdad que acaba por quebrar, de múltiples maneras, a los individuos racializados y los empuja al abismo, a esa mazmorra de la depresión y, finalmente, al suicidio.
Imagina ser uno de los delanteros de fútbol con más talento de tu época. Imagina jugar en uno de los mejores equipos de fútbol del mundo y marcar goles con regularidad. Imagina jugar en una de las selecciones nacionales de fútbol más laureadas de todos los tiempos. Imagina que eres Vinícius Júnior, una estrella del fútbol brasileño de veintidós años, y que vas al campo de fútbol en España mientras tu club, el Real Madrid, juega contra el Valencia. Los aficionados del Valencia te insultan y te lanzan todo tipo de improperios racistas, incluidos cánticos como “mono”. Imagínate que eres Vinícius Júnior y ves cómo cuelgan una efigie tuya de un puente de Madrid. Si se tratara de un caso aislado, se podría esconder debajo de la alfombra, como intentó hacer el presidente de la Federación Española de Fútbol, que incluso culpó a la víctima del racismo. Pero este abuso racista lo sufren innumerables futbolistas y otros deportistas racializados cada día, cada semana, cada mes en sociedades mayoritariamente blancas de todo el mundo.
Cuando George Floyd fue brutalmente asesinado por la policía estadounidense hace unos años, personas de todo el mundo salieron a las calles para protestar contra el racismo. Existía la sensación de que algo estaba a punto de cambiar. Que se avecinaba un despertar. Pero no sólo las cosas volvieron a la normalidad poco después, sino que se hizo evidente otra tendencia: era fácil señalar a Estados Unidos como el epítome del racismo contra los negros, mientras que en muchos países europeos las personas racializadas se enfrentaban a agresiones similares por parte de la policía y otras instituciones de la ley y el orden.
Imagina ser amigo o familiar de Mamadou B., africano de treinta y ocho años que fue detenido el día de año nuevo de 2023 en Braunschweig (Alemania) y murió bajo custodia policial. Como informaron Braunschweiger Zeitung y taz [4], Mamadou B. asistió a una fiesta en el pub Charlie Chaplin de Braunschweig, donde llamaron a la policía por una agresión con spray de pimienta. Al parecer, cuando llegó la policía, Mamadou B. fue identificado como el agresor y detenido violentamente, a lo que intentó resistirse. En la comisaría, un médico debía analizar su sangre en busca de drogas o alcohol, pero lo encontró inconsciente en su celda. A pesar de los esfuerzos por reanimarlo, murió el 3 de enero en una clínica de Braunschweig. Aunque solo podemos especular sobre por qué Mamadou B. quedó inconsciente y qué le llevó a la muerte, ahora está claro -después de que el fiscal analizara el vídeo del incidente en el pub- que Mamadou B. no fue el autor de la agresión con gas pimienta, sino la víctima. Los autores fueron tres hombres blancos de unos veinte años que agredieron a varias personas en el pub, incluido Mamadou B. ¿Cuáles serían las probabilidades de que Mamadou B. fuera detenido y encarcelado por error, lo que provocó su muerte prematura, si fuera un hombre blanco?
Hay una larga lista de tragedias de este tipo. No parece que vayan a parar pronto. En el ensayo crítico de 2016, “Walking While Black”, Garnette Cadogan describe sus experiencias como hombre negro en una América predominantemente blanca:
Una noche, en el East Village, iba corriendo a cenar cuando un hombre blanco que tenía delante se giró y me dio un puñetazo en el pecho con tal fuerza que creí que las costillas se me habían trenzado alrededor de la columna. Supuse que estaba borracho o que me había confundido con un viejo enemigo, pero pronto descubrí que simplemente había supuesto que yo era un delincuente por mi raza. Cuando descubrió que yo no era lo que imaginaba, pasó a decirme que su agresión había sido culpa mía por correr detrás de él. Pasé por alto este incidente como una aberración, pero la desconfianza mutua entre la policía y yo era imposible de ignorar. Era elemental. [5]
La experiencia de Cadogan de ser sospechoso antes del crimen es algo a lo que casi todas las personas negras en una sociedad mayoritariamente blanca se han enfrentado: ser “confundido” con un criminal, ser considerado un mentiroso o ser puesto en una caja a la que no perteneces sólo por el color de tu piel. Una realidad que se ha cobrado la vida de muchas personas, entre ellas Mamadou B.
Estos prejuicios no solo se encuentran en los bares o en la calle. También se encuentran en la política dominante, como demostró un discurso pronunciado por la atleta olímpica y policía federal alemana Claudia Pechstein en la convención de la Unión Cristianodemócrata de 2023. Vestida con uniforme de policía, afirmó que las personas mayores y las mujeres deberían poder utilizar el transporte público “sin miradas de ansiedad” por parte de los inmigrantes. En este caso, equipara la presencia de inmigrantes -probablemente se refiere a inmigrantes no blancos- con el peligro y el miedo. Como señaló un artículo de prensa, “el discurso de Pechstein es ante todo, racista”. [6]
Estar en el mundo del arte siendo negro / Ser negro en el mundo del arte
El llamado mundo del arte no es un vacío ni una isla. Está conectado con el mundo y refleja exactamente lo que ocurre en el mundo. Pero como espacio en el que la gente espera un discurso progresista, una política de vanguardia e instituciones liberales, a algunos les sorprende que se señale el racismo en este contexto. Por esta razón, rara vez se tematiza el racismo en el mundo del arte.
En los últimos años, el polvo del racismo en el mundo del arte ha sido agitado por algunos, mientras que otros lo han barrido bajo la alfombra. Porque el racismo nunca es un tema salonfähige (socialmente aceptable) en las sociedades mayoritariamente blancas, porque es un tema que provoca vergüenza tanto en la víctima como en el autor (que en muchos casos no puede aceptar que ha hecho algo racista), porque el racismo es cualquier cosa menos progresista, con demasiada frecuencia se deja de lado en el mundo del arte, aunque esté omnipresente en diversas formas.
Ya en la escuela de arte, los estudiantes negros e indígenas se enfrentan al racismo cuando los profesores hacen comentarios despectivos sobre su aspecto, pelo o color de piel, o cuando cuestionan si el tipo de arte que interesa a estos estudiantes es realmente arte. Los estudiantes negros se enfrentan a pinturas rosadas que se etiquetan como “color de piel”, mientras que los tonos negros y marrones no se etiquetan como tales. Cuando sales de la escuela de arte y entras en el mundo artístico “real”, o cuando no tienes el privilegio de asistir a una escuela de arte occidental, la cuestión de si tus obras son realmente arte se convierte en un eco. Cuando Okwui Enwezor comisarió la documenta 11 en 2002, la pregunta más habitual de los críticos de arte alemanes de la corriente dominante era si todos esos artistas brillantes que había reunido de todo el mundo hacían realmente arte. Veinte años más tarde, en 2022, se celebra la documenta 15. Los críticos -los mismos que habrían celebrado como revolucionario el urinario prefabricado de Marcel Duchamp de 1914- no se habían vuelto más ingeniosos en el envoltorio de su retórica racista; seguían planteando la poco imaginativa pregunta de si las obras de estos artistas predominantemente no occidentales eran arte, artesanía o decoración. Resulta alarmantemente obvio que el número de artistas negros en las colecciones de los museos es dramáticamente inferior al de artistas blancos, mientras que en demasiadas colecciones de arte se encuentran representaciones de estereotipos racistas, a los que se enfrentan las personas racializadas cuando visitan estas instituciones.
En los últimos años, se han denunciado casos de racismo contra los negros en proyecciones de festivales de cine de Europa y América, sin que se haya contextualizado ni pedido disculpas. Mientras tanto, en algunos museos occidentales, colegas y visitantes han confundido a los curadores POC con personal de cocina, seguridad o limpieza debido al color de su piel.
La cuestión del racismo contra las personas negras siempre salía a relucir cuando se hablaba con el joven artista y educador zimbabuense-alemán Heiko Thandeka Ncube. Como estudiante de la Universität der Künste de Berlín, Ncube se enfrentó al racismo a diario. Después continuó hablando, escribiendo y organizándose contra las estructuras racistas antes, durante y después de que estallara el movimiento Black Lives Matter tras el asesinato de George Floyd.
En la década de 1980, la artista, poeta y educadora ghanesa-alemana May Ayim experimentó un racismo similar mientras estudiaba en la Universidad de Regensburg. Cuando presentó su Diplomatarbeit (tesis de diplomatura), titulada Afro-Deutsche: Ihre Kultur- und Sozialgeschichte auf dem Hintergrund gesellschaftlicher Veränderungen (Los afroalemanes: Su cultura e historia social en un contexto de cambio social), se rechazó con la afirmación: “No hay racismo en la Alemania actual”. Fue un rechazo de la experiencia vivida por Ayim por parte de una persona no racializada. Pero ella siguió organizándose -cofundó la Initiative Schwarze Menschen in Deutschland (Iniciativa de los Negros en Alemania)- y continuó expresando sus experiencias y su lucha contra el racismo en sus poemas. Estos se convirtieron en un testimonio de la realidad del racismo y el sexismo en un momento concreto de la historia alemana y europea.
El 9 de agosto de 1996, May Ayim se quitó la vida en Berlín. Tenía treinta y seis años.